CREO QUE LA VIDA NO ES MÁS QUE UN CRUCE DE MÚLTIPLES VARIABLES. SIN EMBARGO, FRENTE A DICHA ALEATORIEDAD, LOS SERES HUMANOS TENEMOS EL PODER CADA DÍA DE CREAR O DESTRUIR. DE ENTREGAR O RETENER.Y ESTE SITIO ESTÁ DEDICADO A TODOS QUIENES HAN OPTADO POR CREAR, SEA DONDE SEA...
Desde sus inicios el francés Gautier Serré apostó a ser el chico raro del barrio. Su fascinación por la electrónica frenética, la música sinfónica y el metal más extremo le llevaron a construir verdaderos frikeríos de álbumes, discos en donde primó el caos estructural y que transmitieron a la perfección esa sensación de absoluta libertad por parte del artista. En dicho camino, un álbum como Spirituality and distortion (2020) en cierto modo supo encausar esa locura y transformarla en canciones relativamente reconocibles (?), aunque claro, siempre con el sello desatado del autor. Y bueno, este nuevo Amen (para que que se ha tomado cinco años) va por una línea similar, un conjunto de doce piezas que deambulan a placer por el amplio abanico ecléctico que Igorrr suele proponer, más lejos eso si de la electrónica (respecto a sus inicios, donde las maquinitas empapaban absolutamente todo) y más cerca tanto de los aspectos sinfónicos como del metal.
Desde un comienzo acá encontramos por tanto esa mezcolanza característica de este músico, un continuo en donde aparecerán momentos operísticos que se enlazan con pasajes orquestales, corales y explosiones cargadas a las guitarras. 'Daemoni´+ 'Headbutt' son dos claros ejemplos de lo mencionado, lo mismo casi en el cierre con 'Pure disproportionate black and white nihilism', todas canciones dondeIgorrr va construyendo su red desde la calma para en algún momento meter sus alaridos guturales y cierto grado de violencia en el sonido. Sin embargo, donde realmente se aprecia el crecimiento del artista respecto a lo que hacía diez o quince años atrás, es en canciones como 'Limbo','Blasbeat falafel' o 'Ancient sun' (estas dos mirando hacia sonidos de oriente), que son pasajes prácticamente instrumentales donde el viaje fluye de manera continua, donde el caos estructural ha sido dejado de lado para entregar un sonido que fluye orgánicamente.
En el nudo del disco eso si encontraremos pasajes algo más dicotómicos, como cuando en 'ADHD' todo sea jueguito electrónico (en un claro guiño a sus inicios) mientras que en la pasada por '2020' + 'Mustard mucous' (junto a Anthrax en esta) + 'Infestis' se lanzará en picada hacia el metal, armando así un Amen que parece ser bastante representativo tanto de las múltiples influencias del instrumentista como de su crecimiento. Quien busque acá canciones tradicionales claramente no las encontrará, lo de Igorrr es vanguardia pura, lo viene siendo desde sus inicios y no parece tener intención de recular. Ahora, lo que sí, es que acá es cuando más "domesticado" lo hemos oído.
¿Canciones? 'Limbo', 'Blasbeat falafel' y 'Infestis'.
Una de las grandes dificultades que bandas como Born of osiris deben enfrentar es lo genéricas que terminan sonando. En ese dilema se han debatido estos estadounidenses por ya casi veinte años (como pasa el tiempo...) publicando álbumes donde han intentado abarcar diversas aristas, yendo desde un sonido con una carga de agresividad propia del deathcore para poco a poco ir incorporando elementos progresivos + djent aunque sin perder de vista un componente melódico que les permitiese de alguna manera resultar atractivos para un público casual. En ese camino este Through shadows llega con la novedad de presentar una nueva formación pues dos integrantes fundadores se han bajado del buque, lo cual seguro habrá influido en la búsqueda de un álbum que les mostrase conservando su esencia pero mirando también hacia adelante, asunto que se resume en estas diez canciones que intensifican la presencia de elementos electrónicos y teclados, marcando evidentes diferencias en las atmósferas respecto a lo que fue Angel or alien (2021), un disco que estuvo centrado en la agresividad de sus canciones aunque también por la monotonía de su sonido.
Han intentado esta vez por tanto escapar de lo obvio y eso hay que dárselo, sin embargo, eso no significa que hayan dado con la tecla. Lo anterior se aprecia de inmediato en la pasada por 'Seppuku' + 'Elevate', donde encontramos un sonido por momentos agresivo pero que aparece "suavizado" en todo momento debido a los artificios electrónicos que presentan ambas canciones, fuera de una presencia marcada de teclados. Lo mismo encontraremos más adelante en canciones como 'The war that you are' o 'Inverno', mientras que 'Through shadows' presentará a la vez los afanes más comerciales de la banda intentando ya con más descaro ir sobre una estructura ultra melosa. De esta forma, la lista se deja correr y si bien cumple su objetivo de no aburrir también es cierto que es poco lo que realmente produce algún tipo de impacto.
Algo hay de todas formas en 'A mind short circuiting', una donde el peso parece fluir de manera más orgánica con esa sección final cargada a la electrónica pero esta se queda algo corta ante un conjunto que si bien presenta momentos atractivos inevitablemente suena algo artificial, como una mezcolanza de elementos que pretenden sonar modernos pero no necesariamente transmiten algo profundo. Si el anterior álbum les había quedado agresivo pero plano, esta vez la balanza se les ha ido en dirección contraria.
Con casi cuarenta años de carrera y una formación que se mantiene prácticamente intacta desde 1988, hablar de Paradise lost es hablar de una verdadera leyenda del doom y el gótico. Lejos, muy lejos de aquellos primeros años en donde incluso coquetearon con el mainstream en Draconian times (1995) o la electrónica exploratoria/bailable en One second (1997) + Host (1999), desde hace un tiempo a la fecha (básicamente desde la pasada por In requiem en 2007) la banda viene enfocándose en su arista más "metal", combinando buenas dosis de peso, oscuridad y melancolía mediante una máquina que hoy suena absolutamente engrasada. Como muestras de aquello han quedado en el camino sólidos trabajos como The plague within (2015) u Obsidian (2020) y en dicho sentido este reciente Ascension no presenta demasiadas novedades (tampoco es que hagan falta), mostrando un conjunto diverso pero siempre coherente, de marca registrada, canciones en donde las guitarras son absolutas protagonistas y van marcando el peso mediante atmósferas siempre lúgubres, aunque con el mérito de nunca olvidarse de las melodías.
Yendo a la lista, la partida acá no puede ser más fantástica. 'Serpent of the cross' abre con una melodía exquisita en guitarra (y que será columna vertebral del tema) tras la cual hará aparición el registro gutural de Nick Holmes en una canción que meterá velocidad y dinámica sin jamás perder ese condimento oscuro propio de Paradise lost. Una maravilla. Ahora, en adelante la banda sabrá matizar muy bien el abanico que presenta su propuesta, en 'Tyrants serenade', por ejemplo, yendo a ritmo pausado con una interpretación que recordará en las estrofas al mítico Peter Steele (de Type o negative), bajando aún más en los espesos pero exquisitos siete minutos de 'Salvation', acelerando con fuerza en 'Silence like the grave' o derechamente pasándose a la delicadeza de las cuerdas acústicas en los primeros minutos de 'Lay a wreath upon the world'. En dicho sentido Ascension se mostrará como un álbum siempre equilibrado que realmente no contiene dos canciones en una misma línea, lo cual evidentemente ayudará a que el viaje se vuelva bastante llevadero pese a lo pesado que puede resultar este tipo de sonido.
Dentro de la segunda parte 'Diluvium' será otra que se enmarcará entre lo más interesante del conjunto, abriendo lenta y pesada para a los dos minutos realizar el giro y acelerar, encontrando momentos particularmente emocionantes. Luego la pasada por 'Savage days' + 'Sirens' + 'Deceivers' representa el momento más "piloto automático" del álbum (sin que los temas estén mal pero digamos que no impactan), esto para llegar al cierre con la delicada balada 'The precipice', que es el tema que mayor énfasis coloca en teclados.
Lo dicho entonces, que Ascension continúa aquel camino que comenzó a tomar fuerzas casi veinte años atrás en Faith divided us - Death united us (2009) y que hoy se encuentra plenamente consolidado. Sabemos por donde irá esto, dosis de un sonido pesado y triste, reflexivo, profundo y tétrico, y bueno, la banda nos lo da. El nivel se sostiene también, no fallan y logran regalar más de algún momento de alto vuelo. Todo esto, tras tantos años de carrera no puede sino conmover. Que gigantes que son...
¿Canciones? Serpent of the cross', 'Tyrants serenade' y 'Diluvium' .
Tras la partida de Peter Dolving y Anders Bjöler en 2012 (quien se abocó de lleno al regreso formal de At the gates) podríamos afirmar que The haunted vivió una especie de renacer, tanto en cuanto al reseteo de integrantes (se incorporaron Ola Englund en guitarra, Adrian Erlandsson en batería y Marco Aro regresó a las voces tras una década de alejamiento) como en lo creativo, pues la banda abandonó la senda nu metal para abrazar un metal de corte más death/groove, primero con un acelerado y violento Exit wounds (2014) y luego con un Strength in numbers (2017) que corregía todos los errores del antecesor (fue un disco más breve de tan solo diez canciones y también más diverso). En este camino Songs of last resort (que llega tras ocho años de silencio) parece ser otro álbum que intenta retomar la senda más acelerada de la banda, doce canciones bastante efectivas que apuntan con fuerza al death melódico, con el problema eso si de por momentos caer en la monotonía y lo predecible del sonido.
Me explico. Desde que el álbum abre, para bien y para mal, no habrá espacio acá para medias tintas. Canciones como 'Warhead', 'In fire reborn' o 'Death to the crown' dan muestras de ejecuciones prolijas (el nivel de los músicos que acá tocan es innegable, ¡máquinas!), de producción exquisita y que encajan ese mix que oscila entre el thrash y el groove. Lo complicado con el disco es que pasando por 'Unbound', 'Hell is wasted on the dead' y'Through the fire' el asunto comienza a dejarse sonar pero sin entregar demasiados matices. La velocidad y potencia están pero el disco inevitablemente abusa de los lugares comunes entregando canciones que podríamos oír en cualquier álbum de Lamb of god, por dar un ejemplo. De hecho, cuando más se disfruta el conjunto es cuando la banda decide bajar revoluciones y apostar por melodías algo más reconocibles en cosas como 'To bleed out', así como en el cierre a cargo de 'Labyrinth of lies' + 'Letters of last resort', todas estas canciones que sin abandonar el filo logran sonar bastante más cercanas que el resto.
Evidentemente Songs of last resort está lejos de ser un mal disco pero si es uno que pisa el palito y en el afán de tratar de sonar agresivo acaba cayendo en la monotonía durante gran parte del trayecto. Entiendo que habiendo estado tantos años en silencio existía una necesidad acá de volver con bastante material, sin embargo, dado lo genérico del producto es inevitable pensar que con dos o tres menos canciones quizás el viaje habría sido más llevadero. Finalmente, cierro con una provocación: por más despreciado que haya resultado un álbum como Unseen (2011), yo a ese disco vuelvo de vez en cuando y vaya que lo disfruto, sin embargo, ¿alguien volverá a este disco dentro de diez años más? Lo dudo.
¿Canciones? 'Warhead', 'To bleed out' y 'Letters of last resort'.
La historia para Nevermore continuó de manera productiva durante la primera década de los dos miles. Con algo claro eso si: la banda ya no sería masiva. Que esto es así. Si el asunto no se les dio tras un álbum que realizaba ciertas concesiones melódicas como Dead heart in a dead world (2000), no se les iba a dar con otro. Por lo mismo, el siguiente Enemies of reality (2003) desprendió la sensación de haber sido un disco que contuvo mayores dosis de peso entre canciones que no buscaron contentar a nadie, algo que en este This godless endeavor llevarían aún más lejos. Un trabajo marcado por ser el más agresivo y oscuro en la carrera de Nevermore, aunque también uno que los encuentra particularmente inspirados.Dicho en simple: estamos claramente ante la cúspide creativa de la banda. This godless endeavor es el disco que condensa todo el sonido Nevermore, yendo desde varias de sus canciones más duras, el característico groove metal y un par de (tremendas) baladas marca de la casa. Esto enmarcado en un trabajo de exquisita producción y ejecuciones de notable técnica donde poco y nada se puede reprochar.
Sin ir muy lejos, toda la Cara A del disco es un descarga demoledora donde se hace sentir el protagonismo en batería de Van Williams en canciones como 'Born', 'Final product', 'My acid words' o 'Medicated nation' (con algunos pasajes muy Megadeth esta). En todas ellas la agrupación se propone acelerar a fondo y dar muestras de su arista más afilada, complementando por supuesto con el groove de algo como 'Bittersweet feat' o 'The psalm of Lydia', además del sensible baladón 'Sentient 6', una que durante siete minutos saca partido al lamento quejumbroso de Warrel Dane, algo que volverán a desarrollar más adelante en 'Sell my heart for stories'. Como guinda para el pastel aparecerán en el cierre los arranques progresivos de 'This godless endeavor' (la canción), que con sus nueve minutos da rienda suelta a la libertad compositiva de un Jeff Loomis enorme de comienzo a fin.
Lo dicho por tanto. This godless endeavor es el disco definitivo de Nevermore, ese que le mostrarías a quien no conozca a la banda. En este encontramos peso, velocidad, momentos reflexivos y ejecuciones notables de comienzo a fin. Es ese álbum donde la banda claramente se propuso entregar su obra maestra, su disco mejor pensado pero que a la vez jamás pierde la característica sensibilidad de la agrupación. Que decir, una joya que a veinte años de distancia continúa sonando fresca.
¿Canciones? 'Born', 'Sentient 6' y 'This godless endeavor' .
Esta semana quiero darme un gusto de aquellos y escribir respecto a una banda tremendamente especial para mi. Me disculpará la licencia quien lee pero quisiera dedicar un párrafo para hablar de mis primeros acercamientos con el metal, los cuales se dieron a fines de los años noventa a través de bandas clásicas como Iron Maiden, Metallica o Judas Priest. En ese camino de conocimiento y exploración, sin embargo, la primera agrupación que llegó a mis oídos que no era "de renombre" fue Nevermore. No me pregunten cómo, porque de verdad no lo recuerdo, pero de alguna manera oí este Dead heart in a dead world y de inmediato algo ocurrió conmigo, algo había en esta banda que me enganchó al punto de que en adelante les seguí la pista durante toda esa primera década de los dos miles y ciertamente sufrí cuando me enteré en 2017 de la muerte de su insigne vocalista Warrel Dane. Que decir, aquel fue un palazo duro. Uno de los tantos que venimos recibiendo desde hace un tiempo...
Volviendo a la música, en 2000 Nevermore venían de una seguidilla de buenos álbumes marcados por un groove metal de mucho peso (eran tiempos donde Pantera había marcado el camino años atrás, se sabe), sin embargo, existe consenso respecto a que es en este, su cuarto disco, fue cuando supieron equilibrar aquellos afilados riffs con un importante elemento melódico. Sin ir muy lejos, la partida del trabajo es tan contundente como contagiosa entre canciones donde cualquiera pudo ser un single promocional debido a la facilidad que presentan para quedarse en tu cabeza. 'Narcosynthesis' posee un inicio demoledor con un tándem pesadísimo de batería + riff (el cual guiará toda la canción), mientras que 'We disintegrate' meterá pie al acelerador, con la particularidad de la interpretación vocal de Dane, quien se atreve a salir de sus clásicos registros graves para lanzar unos agudos dignos de un Rob Halford. En el camino, 'Inside four walls' retomará el machaque groove aportando también el tema más político del disco con un directo alegato contra el sistema carcelario ("Entre cuatro paredes he pasado toda mi vida / No importa lo que haga / El gobierno siempre tiene la razón / Nos dicen que debemos ser, en qué debemos creer / Están equivocados / Mi amigo se ha ido..."), esto para luego durante quince minutos bajar las revoluciones y entregar el álbum a una sección que se carga hacia las baladas, todas con mucho peso eso si (que no se olvidan de los riffs jamás) en la fascinante pasada por 'Evolution 169' + 'The river dragon has come' + 'The heart collector'.
Este ir y venir, yendo desde la velocidad a emocionales baladas, será una idea que empapará a todo el disco y que ciertamente se repetirá hasta su cierre. Por esto, entrando en la recta final el álbum retomará la energía y agresividad mediante 'Engines of hate' y la versión (¡absolutamente irreconocible!) del clásico 'The sound of silence' de Simon & Garfunkel, para luego volver a retomar el tono reflexivo entre baladas como 'Insignificant' (la más débil de todo el conjunto y una que perfectamente se podrían haber ahorrado) + 'Believe in nothing', esto para finalizar con la homónima 'Dead heart in a dead world', la cual entrega los pasajes más progresivos e intrincados del trabajo. Ojalá el álbum hubiese tenido algo más de esto...
Dicen que Nevermore van a volver con nuevo vocalista. Veremos si efectivamente esto se concreta y que sale de ahí, sin embargo, mirado a veinticinco años de distancia este trabajo continúa como un bastión para la discografía de la banda, un álbum de culto marcado por su emocionalidad y que injustamente quedó relegado en un segundo plano para gran parte de la fanaticada del metal. Tocaba acá recordarlo eso si. Tarea cumplida.
¿Canciones? 'Narcosynthesis', 'We disintegrate' y 'The heart collector'.
Ya sea por los constantes cambios de formaciones o meras decisiones creativas, viene bastante bien el que Abigail Williams (que no es otra cosa que el proyecto del brillante Ken Sorceron) se esté tomando varios años entre cada lanzamiento. Desde hace al menos una década los álbumes del artista se han hecho esperar, lo cual ciertamente nos permite extrañarlo y valorar al detalle su sesudo trabajo. A void within existence no llega para ser excepción, lo tenemos con nosotros tras seis años de silencio y vaya que se agradece el regreso, digamos, sus ganas de seguir esforzándose por entregar un black atmosférico de altísimo nivel. Esto último por usar una etiqueta, ya que si hay algo que caracteriza a este músico es el no temer a la hora de expandir su sonido en múltiples direcciones.
En dicho sentido, lo interesante en Abigail Williams es su capacidad para en medio de un sonido absolutamente libre y caótico instalar canciones donde todo parece estar pensado al detalle. Cada riff, cada aparición de teclados, cada blast beat de batería, todo tiene un sentido y responde a una marcada intencionalidad. Sorceson no deja nada al azar jugando a placer con las estructuras y emociones que desea transmitir en sus canciones, obligando al auditor a una escucha detallada pues esto NO ES música para dejar sonando mientras cocinas o haces aseo, esto es música que requiere inmersión y complicidad, si no, no hay manera de conectar. Sin ir demasiado lejos, la mera portada (obra del mítico artista Eliran Kantor) con esa imagen en donde la muerte se ha transformado en un frío espectáculo carente de empatía anticipa la complejidad de un álbum oscuro, profundo y tremendamente coherente.
Yendo a la música propiamente tal podríamos afirmar que el álbum se encuentra dividido en dos caras, una primera más "directa" compuesta por canciones que rondan los cuatro a cinco minutos y una segunda en donde el abanico creativo se desata. En ese camino el disco abre con la excelente 'Life, disconnected' que es básicamente tema dividido en tres secciones: un comienzo instrumental marcado por un riff cercano al death metal, un segmento intermedio donde aparece el terrorífico relato de Sorceron y un cierre que derechamente se pasa al black atmosférico reiterando por un par de minutos una determinada estructura melódica. Este último recurso mencionado (lo de repetir una secuencia hacia el cierre de la canción) volverá a aparecer en la violenta'Void within' mientras que 'Still nights' será un desate caótico de comienzo a fin (las dos son derechamente black puro y duro). Entre ambas la Cara A del álbum se consolidará con la interesante 'Nonexistence', la cual funcionará como una sucesión de olas que se van formando y reventando, yendo desde la calma hasta el desate una y otra vez.
Por otro lado, la segunda parte del disco está compuesto por tres piezas de siete, ocho y nueve minutos de duración respectivamente, 'Talk to your sleep' jugará a placer con las intensidades incorporando riffs y alaridos en medio de una estructura que tiende hacia la tranquilidad, esto a diferencia de 'Embrace the chasm' que derechamente regala dosis de black progresivo sobre una dinámica siempre agresiva. Finalmente la nota curiosa llegará en el cierre del álbum cuando 'No less than death' entregue el momento más melancólico en todo el álbum haciendo uso (por única vez) de voces y arreglos limpios que irán lentamente ganando fuerza durante un exquisito viaje de más de nueve minutos.
Ken Sorceron lo ha vuelto a hacer. Si en 2019 fue capaz de entregar el disco del año para quien escribe, en este 2015 se ha sabido rodear de un conjunto de músicos de tremendo nivel para nuevamente anotarse con una joya de proporciones y referencia obligada dentro del metal actual, siete canciones que durante cuarenta y cinco minutos abrazan un sonido tan violento como oscuro e incluso aterrador, esto enmarcado en piezas ejecutadas y producidas de manera impecable, sin segundo de relleno o desperdicio. Pues lo dicho, un éxtasis de disco.
¿Canciones? 'Life, disconnected', 'Talk to your sleep' y 'No less than death'.
Un Gobierno Que NO Escucha...
-
*“... y no aprende” *
La nula capacidad de escucha del gobierno de *Sebastián Piñera *quedó
retratada a pocos días de haberse iniciado la crisis que vivim...