domingo, 15 de septiembre de 2024

Seth: La France Des Maudits (2024)

 "Ejercicio de sobrevivencia y vitalidad..."

Comencemos haciendo un poco de historia. Los inicios de los franceses Seth fueron bastante singulares, oír un álbum como Les blessures de'l ame (1998) es encontrarse con una banda que tomaba lo más clásico del black metal nórdico para edulcorarlo con pasajes sinfónicos, teclados o guitarras acústicas. Lo curioso, sin embargo, es que entrando al Siglo XXI la banda dio un giro bastante a contra corriente de su época, es decir, en lugar de ponerse a explorar fuera de la caja decidieron recrudecer su sonido entregando su arista más oscura en discos como The excellence (2000), Divine-X (2002) o Era decay (2004), lo cual inevitablemente les llevó al quiebre, los cambios de formaciones y el tener que replantearse en varias ocasiones su presente. Ahí, The howling spirit (2013) fue un disco donde les oímos intentando regresar a los pasajes atmosféricos y acústicos pero la jugada volvió a fallar, por lo que tuvieron que pasar casi diez años para que se diesen una nueva oportunidad mediante La morsure du Christ (2021), esta vez solo con dos integrantes clásicos en su formación (Alsvid en batería y Heimoth en teclados + guitarras) y Saint Vincent como nuevo vocalista además de debutantes en el bajo, teclado y guitarra. El resultado fue notable eso si y uno de los mejores discos que oímos aquel año, un álbum que lejos de mostrar fisuras pareció efectivamente ser el punto de partida para una etapa (ojalá) definitiva para la banda tras veinte años de idas y vueltas. El caso es que La France des maudits llega para confirmar lo dicho, otro disco exquisito en términos estilísticos y que sin lugar a duda dejará felices a quienes gustan de ese black metal oscuro y podrido con olor a clásico pero que lejos de estancarse en antiguos moldes es capaz de sonar moderno en términos de producción e impecable en cuanto a ejecuciones y estructuras. 

El séptimo disco de Seth nos entrega ocho canciones en cuarenta y seis compactos minutos, tiempo en donde la banda tiene clarísimo hacia donde ir: atmósferas tétricas, relatos desesperados y arreglos que entienden perfectamente cuando deben aparecer. Y si bien, como era de esperar, la banda abre a toda velocidad mediante una arrolladora 'Paris des maléfices', esta jamás suena TAN obvia, entregándose a momentos de calma, yendo y viniendo en términos de tiempo (1:20 en adelante) y arreglándoselas para en todo momento mantenernos atentos, algo similar a lo que harán en 'Et que vive le diable!'. Sin embargo, cuando el álbum realmente desplegará su poderío será en aquellos momentos donde expandirá la fórmula, abordando relatos maravillosos en donde la música funciona como un perfecto complemento para estos, como ocurre en la pasada por 'La destruction des reliques' + 'Dans le coeur un poignard' (el mejor momento del disco se vive con estas), casi doce minutos impecables con un Saint Vincent glorioso en los alaridos, sobre todo en la segunda donde va cogiendo fuerza poco a poco. 

La Cara B del disco abrirá con 'Marianne', un interludio instrumental de dos minutos que nos permite tomar aire para lo que viene, nuevamente la velocidad de 'Ivre du sang des saints' para luego encajarnos quince minutos finales mediante 'Insurrection' + 'Le vin du condamné', en donde Seth entregan todo lo que pueden dar a este momento, es decir, fiereza, oscuridad y épica en dos temas extensos (siete y ocho minutos), con atmósferas que circulan con total fluidez y nos empapan del espíritu que la banda intentó impregnar a lo largo del álbum. 

La France des maudits es un ejercicio de sobrevivencia y vitalidad, un álbum contundente de un black exquisito, el cual llega para confirmar el momentazo que la banda continúa viviendo, situándolos a día de hoy como una apuesta segura dentro del género. Que sigan así por muchos años más...

¿Canciones? 'Paris des maléfices', 'La destruction des reliques' y 'Dans le coeur un poignard'.

8/10
Excelente.


Otras reseñas de Seth:

viernes, 13 de septiembre de 2024

Dvne: Voidkind (2024)

 "Peso, técnica y emocionalidad..."

Impacta positivamente el nivel de madurez que muestra una banda como Dvne, quienes recién van por su tercer álbum pero suenan realmente como una agrupación veterana (en un buen sentido, claro). Esto se debe seguramente a que, para bien y para mal, el sonido de la banda no comienza de cero pues hay otros que recorrieron este camino casi veinte años atrás (me refiero evidentemente a Mastodon o High on fire, a quienes incluso los reseñé acá hace poco), lo cual les ha permitido a estos escoceses maniobrar con un norte claro sin tener que estar pagando el costo de la búsqueda. Dicho en simple: Dvne ha comenzado su carrera donde otros la dejaron más de una década atrás. 

El caso es que en este soberbio Voidkind (de pésima portada, todo sea dicho) vuelven a entregarse a esa exquisita mezcolanza que toma todo el peso y suciedad del sludge para instalarlo sobre estructuras propias del progresivo, sin olvidar jamás ese condimento (tan) emocional que empapa su sonido, porque si, ante todo Dvne son una banda que coloca su particular sensibilidad al servicio de la técnica. 

Nos encontramos así ante un álbum extenso (cincuenta y ocho minutos) que durante largos pasajes recordará inevitablemente a los primeros tiempos de Mastodon (cuando los estadounidense efectivamente sonaban llenos de ira y desenfreno), principalmente gracias a esas dinámicas veloces donde la batería redobla en total protagonismo y las guitarras aportan crudeza y peso entre las vocales desgarradas/emocionales a cargo de la dupla Victor Vicart/Dan BarterPara muestra canciones como 'Summa blasphemia', 'Reaching for Telos' o 'Sarmatæ', todas rondando los cinco minutos y dueñas de un sonido directo que apuesta por la fuerza y el desgarro del sonido. 

Luego, en un punto medio se situará la sensacional 'Reliquary' (de mis favoritas en todo el disco), que en su primera parte suena a "una canción más" pero hacia su recta final logra reconstruirse en la calma para cerrar en medio de alaridos angustiantes, mientras que otros momentos irán directamente hacia las estructuras intrincadas, jugando con las atmósferas llevando los temas por sobre los siete u ocho minutos de duración, como en el caso de la notable 'Eleonora' (donde por segundos incluso huelen a Tool) , 'Above de perfect soul' o el bestial cierre a cargo de 'Cobalt sun necropolis', uno de los momentos del disco en que la banda es capaz de llevar sus influencias un peldaño más arriba. 

Voidking de Dvne es un exquisito álbum de metal que logra llegar a aristas donde pares generacionales más ligados al progresivo (como Soen, por ejemplo) ni en sus mejores tiempos pudieron tocar, esto debido al componente agresivo y amargo que desprende el sonido de la banda. El disco resultará entonces plenamente disfrutable por cualquiera que ande en busca de peso, técnica y emocionalidad a flor de piel, sin embargo, no se puede obviar el que los escoceses meten mano a una línea que otros ya han desarrollado, apegándose a ratos con manual a sus influencias, lo cual les resta algo en términos de identidad. Con todo eso si, un tremendo disco. Dentro de lo destacado que habremos oído este año.

¿Canciones? 'Eleonora', 'Reliquary' y 'Cobalt sun necropolis'.

8,2 / 10
Excelente.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

Powerwolf: Wake Up The Wicked (2024)

 "Falto de inspiración..."

El gran problema de meterte en la maquinaria de la industria es que esta te obliga a mantenerte constantemente sacando material (el cual se debe defender en vivo, que es de donde realmente sacan dinero las bandas), lo cual inevitablemente acaba mermando en ocasiones el nivel de los álbumes por la sencilla razón de que no hay tiempo para "revisar la fórmula" y el asunto termina limitándose a repetir una receta una y otra vez. Es lo que ha pasado con los alemanes de Powerwolf, quienes vienen lanzando discos de manera incesante desde hace veinte años. No hay sorpresas por tanto con este Wake up the wicked, disco que durante treinta y siete minutos suena engrasado pero falto de inspiración como para al menos estar a la altura del sólido Call of the wild (2021)

Se sucederán acá entonces temas breves de manual con estructuras melódicas clásicas + uno que otro coro ganchero, pero nada particularmente memorable o recordable. Y si bien el disco no abre mal con la acelerada 'Bless'em with the blade' (perfecta para abrir sus conciertos) seguida de los marcados teclados de 'Sinners of the seven seas', rápidamente irá sumergiéndose en una dinámica monótona donde la sensación que va quedando es que las mejores canciones han sido las dos primeras y mucho más el disco no tiene para ofrecer. 

Por supuesto que nada acá es un desastre, ahí tienes '1589' o la inquieta 'Viva vulgata' como ejemplos de que Powerwolf saben lo que hacen, sin embargo, la banda se repite tanto que no encontramos algo acá que justifique el volver al disco. ¿Para qué? Si han hecho lo mismo antes, y mejor...

¿Canciones? 'Bless'em with the blade', 'Sinners of the seven seas' y '1589'.

6/10
Bueno, cumple...


Otras reseñas de Powerwolf:
2021: Call of the wild

domingo, 8 de septiembre de 2024

The Smashing Pumpkins: Aghori Mhori Mei (2024)

 "El último recurso..."

"Los Smashing pumpkins tienen un nuevo álbum. Un regreso a sus raíces. Billy, Jimmy y James vuelven al estilo de guitarra de la vieja escuela..." - afirmaba Billy Corgan en un video viralizado semanas atrás hablando en múltiples idiomas con ayuda de una inteligencia artificial, tratando de meternos el eterno golazo de la vuelta a lo básico. Y es que cuando ya nada te resulta, ¿qué queda? Pues el último recurso: el guiño a la nostalgia. De esta forma, tras la intrascendencia de un Shiny and oh so bright (2018), la fallida aventura synth pop de Cyr (2020) o la verborrea insoportable de ATUM (2023), William Patrick Corgan nos quiere convencer de que este Aghori mhori mei recupera el sonido de sus inicios y entregará a sus fans "lo que quieren oír". El problema, sin embargo, de estos ejercicios se da cuando el autor olvida (o quiere olvidar) que el principal motor del artista es su contexto y que la música no funciona como un ejercicio mecánico donde la mera inclusión de unos cuantos ingredientes implicará un gran álbum. Debe haber algo que decir, algo que transmitir, y eso es lo que termina fallando en cada nuevo disco de Billy Corgan, por más que insista en utilizar la marca Smashing pumpkins e insisto, tratar de convencernos de que "ahora si que si" están de vuelta. 

Y si, que a lo largo de estas diez canciones encontramos peso. Ahí tienes las guitarras de 'Edin', 'Pentagrams' o 'War dreams of itself', pero...¿basta con el peso? ¿basta con que Jimmy Chamberlin acelere? ¿Era eso lo que volvió tan grande a cosas como 'Cherub rock', 'Jellybelly' o 'The everlasting gaze'? ¿O fue acaso la capacidad de Billy (en colaboración con el productor de turno) para construir intensidad? Y ojo, que ni siquiera hay que ir demasiado lejos para comprender de lo que hablo. Ve ahora mismo y dale play a 'Quasar' + 'Panopticon', la apertura de Oceania (aquel sub valorado álbum de 2012 y que mirado a distancia resulta ser el último buen disco de Billy), y compara aquello con lo que hacen aquí en 'Edin', una canción que evidentemente no saben como resolver en su sección intermedia (entre el minuto tres y cinco) o la misma 'War dreams of itself', donde efectivamente le meten todo el peso que pueden, sin embargo, la pregunta es: ¿para qué? Fuera de la aceleración de Jimmy, ¿qué queda? Pues un riff insulso y composición que no consigue lo que promete. No hay filo. Algo similar a lo que le ocurre en la lánguida '999'.

En la lista, mucho mejor quedan cosas como 'Pentagrams' o 'Sighommi', ambas caras de una misma moneda y funcionando en lo suyo, la primera debe ser la mejor en todo el álbum y una que se extiende de manera justificada mientras que la segunda va más al grano y en tres minutos funciona, sin embargo, dos canciones no hacen un álbum y el resto, fuera de las ya mencionadas, van por donde Corgan viene yendo desde hace una década, es decir, esos temas flojísimos que se construyen sobre teclados ('Pentecost', 'Who goes there' o el empalagoso cierre a cargo de 'Murnau') o esos medios tiempos que intentan ser la enésima emulación de '1979' pero sencillamente no funcionan ('Goeth the fall').

En 2017 Billy Corgan logró convencer a James Iha de volver a la alineación y desde entonces han realizado múltiples giras. En este período, la "banda" ha publicado cerca de 60 canciones bajo la marca The smashing pumpkins, sin embargo, ¿cuántas de estas interpretan en vivo? Muy pero muy pocas. Y es que realmente nadie, ni siquiera ellos mismos, tienen ganas de defender estas canciones, las cuales siguen pareciendo meros caprichos de un megalómano que luce completamente superado por el personaje.

¿Canciones? 'Pentagrams' y 'Sighommi'.

5/10
Nada muy especial...

miércoles, 4 de septiembre de 2024

30 Años De... The Smashing Pumpkins: Siamese Dream (1993)

(31 en realidad, pero que más da...)

"Dolor e inocencia..."

La primera mitad de los noventa fueron una cosa de locos. El mundo al revés, con los chicos oscuros, tristes, depresivos y rabiosos tomándose la escena. Y ahí, hubo de todo pero por sobre todo franqueza y un desgarro muy puro, incluso inocente. Y si existió un álbum que en cierto modo plasmó todo aquello a la perfección fue Siamese dream de The smashing pumpkins, disco que desde ya dio muestras del carácter creativo de un William Patrick Corgan ("Billy" desde ahora) que muy joven se mostró como un artista superior respecto a sus pares generacionales, un joven artista hambriento por salir al mundo y exponer en el camino sus esperanzas, dolores y angustias. No por nada incluso a día de hoy el vocalista sigue hablando en distintas entrevistas de cuanto representó en su vida la figura del mítico Kurt Cobain, a quien sin lugar a dudas pudo entender mejor de lo que se cree (sin ir muy lejos, Billy ya por aquel 1992/3 vivenció fuertes ideas suicidas, varias de ellas expresadas a lo largo de este álbum). De esta forma, Siamese dream transita un ir y venir brillante en el amplio sentido, desde su icónica portada (tierna y dulce, haciendo un total contraste con el contenido del álbum), pasando por sus aperturas musicales y las mencionadas notables líricas de Corgan. 

El disco es ante todo un "álbum de guitarras", con una producción a cargo de Butch Vig marcada por la tendencia al rock ruidoso de comienzos de aquella década. Prueba de esto es el combo  'Cherub rock' + 'Quiet', ambas directas, afiladas y de peso, donde la batería del gran Jimmy Chamberlin también comienza a mostrar credenciales luciendo sin alardes pero con una consistencia pasmosa. También en la Cara A encontraremos otros pasajes cargados al noise, aunque con una mirada algo más introspectiva, rozando incluso la psicodelia como en el caso de 'Rocket' y sobre todo 'Hummer', no sin antes haber matizado y anticipado la capacidad de Corgan para saber llegar a aristas extremadamente emocionales (algo que explotaría un par de años más adelante mediante el colosal Mellon collie and the infinite sadness), primero mediante 'Today' (una en donde el vocalista se canta a si mismo, animándose a disfrutar de cada día y abandonar los pensamientos suicidas) y luego con el clásico 'Disarm', una de las canciones más dolorosas de aquella década y una que supo expresar como pocas veces el dolor que puede llegar a significar la infancia ("Te desarmo con una sonrisa / Y te dejo como aquí me dejaron / Marchitado en negación / La amargura de quien está en dolor..."), esto enmarcado en preciosos arreglos de cuerdas dispuestos a pasar a la historia. 

De igual forma la Cara B del disco se explayará sobre estos mismos conceptos, oscilando entre la calma de cosas como 'Soma', la acústica 'Spaceboy' (que intenta transitar también los caminos de 'Disarm' aunque con menores resultados) o la dolorosa 'Mayonaise' (implorando por paciencia en aquel notable "Y fallo / Pero cuando pueda... lo haré"), y los guitarrazos de 'Geek U.S.A', otra que anticipa con claridad el sonido más duro que la banda exploraría en su siguiente disco, para terminar cerrando con la tranquilidad de 'Luna'

Como detalle podría mencionarse el que el disco va claramente de más a menos con una segunda parte que a veces no logra sostener el nivelazo de la primera ('Sweet sweet', por ejemplo, es una balada que si no aparecía en la lista nadie reclamaba), esto por buscarle algo a un disco casi perfecto que compensa esos pequeños baches con el sentir a flor de piel que transmite en todo momento, un equilibrio perfecto entre dolor e inocencia, fuera de una constante búsqueda musical que desde entregaba señales de un talento enorme. 

¿Canciones? 'Rocket', 'Today', 'Disarm', 'Mayonaise'. 

domingo, 1 de septiembre de 2024

John Grant: The Art Of The Lie (2024)

 "En bruto, sin ediciones ni recortes..."

John Grant es todo lo que esperaríamos de un artista. Digamos, un tipo que plasma todo su ser en la música, tanto en términos líricos como en cuanto a arreglos. De esta forma ha llegado a su sexto disco en solitario, exponiendo hasta lo más íntimo, desde sus inquietudes políticas, filosofías de vida, hasta sus momentos más personales. En este sentido The art of the lie lo mantiene en su tónica, quizás un peldaño más abajo en términos de atmósferas (más oscuras, siniestras y ariscas con el auditor esta vez), aunque por lo mismo, matizando de vez en cuando una que otra jugarreta dinámica donde lo oiremos aplicando filtros a su voz y llevando el vocoder al límite, sin embargo, estas serán excepciones ante un disco en general reflexivo y, digámoslo, triste.

Como ha sido costumbre en su discografía, The art of the lie llega a tres años de su antecesor y mostrando una versión extensa del artista, es decir, un conjunto que supera la hora de música (sesenta y un minutos para ser exactos) entre canciones que no se guardan absolutamente nada. De hecho, a tal punto llega la desfachatez del vocalista, que en su primera parte enlaza sin asco tres canciones de más de siete minutos, una atmosférica y cuidada 'Marbles' (tétrica y delicada a la vez) + las personales 'Father' (con las líneas más dolorosas de todo el disco: "Hay veces en que solo quisiera correr a tus brazos / Que me abraces una vez más / Y siento vergüenza de no haber sido el hombre que siempre quisiste que fuese...") y una espesa 'Mother and son'. Por tanto, lo dicho, que John Grant no adorna nada ni cuida las formas para "agradar" o volver su música algo más accesible. El hombre tiene más que claro que apunta a un nicho y pasa por completo de la masividad. Dicho en simple: quienes lo oyen saben porque están acá y como premio lo obtendrán en bruto, sin ediciones ni recortes. 

Fuera de las mencionadas, el disco también tendrá sus momentos políticos. Sin ir muy lejos toma título a partir del libro de Donald Trump ('The art of the deal') y no por nada cuenta con esa portada, con ese lugar tan puramente estadounidense: un local de comida rápida plenamente iluminado pero en total soledad. A esos mismos conceptos apuntan canciones como 'All that school for nothing',  'Meek AF' o 'It's a bitch', en estas acelerando algo la dinámica y apuntando dardos a la idiosincrasia de su tierra, mientras que en la recta final retomará la intimidad en algo como 'Daddy' o la exquisita 'The child catcher' (¡muy bien metiendo ese solo en la recta final!), cerrando así un álbum en general oscuro que vuelve a dejar al vocalista en una zona de difícil accesibilidad. Él lo sabe, sin embargo, y le da igual. 

¿Canciones? 'Marbles', 'Meek AF' y 'The child catcher'.