miércoles, 27 de mayo de 2020

20 Años de The Cure: Bloodflowers (2000)

"La última gran inspiración de una leyenda..."

Me debía esta reseña, y si bien este cumplió veinte años de existencia en febrero de este 2020, nunca será demasiado tarde para retomar. Y vamos...

Los 90s fueron una década creativamente complicada para The Cure. En el período 1979-89 la banda fue capaz de publicar nueve álbumes de estudio, yendo desde la sobriedad de Three imaginary boys (1979) al colosal Disintegration (1989). Y si bien todo pareció funcionar tras la salida de Wish (1992), que combinó luces y sombras de manera impecable, la llegada del polémico Wild mood swings (1996) acabó significando un callejón sin salida para The Cure, independiente de que el disco tuvo calidad, el mundo no le perdonó a Robert Smith el que sonriese y se atreviese a sonar liviano. Los fans masticaron los singles pero no los tragaron (los mismos Cure a día de hoy también reniega del trabajo y practicamente no lo interpretan en vivo), el disco obtuvo bajas ventas, malas críticas y pese a que en conciertos la banda se empeñó en darlo todo, el asunto quedó cuesta arriba entrando al fin de siglo, de ahí que Smith decidiese tomarse cuatro años para editar un sucesor, el cual además se pensó como una despedida de la banda y de paso un trabajo que llegaría para cerrar una trilogía compuesta inicialmente por Pornography (1982) y el mencionado Disintegration

No era fácil la tarea, el compositor se colocó una vara alta: cerrar la trilogía y entregar un álbum capaz de dejar en la memoria un recuerdo honesto de The Cure. Sin embargo, el desafío acabó por sacar lo mejor de la agrupación, y es que ya sin nada que perder, sin la presión de tener que generar ventas o meter algún single en las masas, Bloodflowers acabó no tan solo funcionando en materia musical, encontrando a un Robert Smith absolutamente inspirado en líricas + arreglos, sino que terminó por entregar fuerzas suficientes la banda para seguir adelante, grabando incluso (a día de hoy) dos discos posteriormente.

Yendo a la música, Bloodflowers se percibe como un disco potente y envolvente en sus atmósferas, un álbum capaz de tocar sensibles aristas en cada uno de sus temas (nueve en total en casi una hora de música) y donde encontramos a un Robert Smith totalmente inmerso en reflexiones existenciales adultas y maduras en torno al paso del tiempo, el pasado y la nostalgia de aquello que tiende a desaparecer. No hay que olvidar que al vocalista el disco lo atrapa entrando en sus 40 y con un proyecto musical que parecía llegar a su fin, aspectos que se perciben con claridad en los ambientes sombríos que aborda el disco. 

Musicalmente el disco, pese a plantearse como una continuación de Disintegration muestra claras diferencias en materia de arreglos respecto a este, mostrándose mucho menos perturbador en su sonido, más limpio en el trabajo de guitarras y atmósferas, aunque igual de profundo y emotivo. Para muestra la melancólica partida en 'Out of this world', una pieza oscura que aborda una relación sin futuro, imposible y dolorosa, de amantes claramente ("Se que debemos volver a nuestras verdaderas vidas / Pero la vida real es la razón por la que queremos otra vida..."). La partida del álbum está marcada por su vibra acústica y en esa misma linea más adelante sonarán canciones como 'Where the birds always sing' o la depresiva 'The last day of summer' ("Solía ser tan simple / Ni siquiera lo intentaba / Pero los últimos días del verano nunca se sintieron tan fríos...") , mientras que en el nudo del disco encontraremos una pasada dedicada a las promesas rotas y el quiebre de una pareja, primero en la balada 'The is no if' y luego en la electrónica 'The loudest sound'. 


En otra arista del álbum, una más ruidosa y áspera, aparecerán las guitarras, con canciones más centradas en la rabia o la decepción con uno mismo, ahí 'Watching me fall', con sus enormes once minutos de duración sonará desgarradora ("Me he visto caer por años / Me he visto madurar pequeño / Me vi desaparecer..."),  'Maybe someday' es la única canción del álbum que realiza claras referencias al mencionado fin de la banda ("No, no lo haré nuevamente / No quiero fingir / Si no puedo hacerlo como antes debo dejarlo terminar..."), mientras que '39' aparece como una experiencia musical fascinante con esas guitarras que se cruzan constantemente, es The Cure sonando mejor que nunca y con una letra que nuevamente aborda el tema del fracaso y la decadencia ("Solía ser el fuego / Pero el fuego está casi apagado / Y ya no hay nada que incendiar..."). 

El álbum cerrará con la homónima 'Bloodflowers', otra canción increíblemente épica que se sostiene sobre un redoble + teclado que se irá complementando lentamente por guitarras y un Smith gigante en la generación de intensidad ("Entre tu y yo / Es duro saber en quien confiar, que pensar, en que creer..."), cerrando así un álbum que resulta ser una experiencia completa, no tan espesa como ocurrió en Pornography o Disintegration pero que con sus propias armas logra llegar a la médula del oyente.

El disco no fue promocionado, y si bien 'Out of this world' o 'Maybe someday' sonaron en algunas radios del mundo, oficialmente no hubo singles, menos un video clip. La recepción a nivel de crítica del álbum fue tibia, sin embargo el paso del tiempo le ha entregado a Bloodflowers los aires que siempre debieron corresponderle, los de un trabajo enorme que roza el brillante y, por cierto, el último gran destello de una banda eterna. Tres años más tarde, en 2003, Robert Smith (¡Qué genio en vida!, hay que decirlo) convenció a la banda de grabar un recital de tres horas interpretando la trilogía completa, este concierto filmado en Berlin resultó ser otra experiencia imperdible para cualquiera que desee acercarse al mundo de esta fascinante banda.

8,5 / 10
¡Excelente!


Otras reseñas de The cure:

No hay comentarios:

Publicar un comentario