lunes, 30 de diciembre de 2024

Charly García: La Lógica Del Escorpión (2024)

 "Innecesario..."

Quienes ronden los cuarenta (por arriba o abajo) y amen el cine recordarán una (ya) vieja película del gran Gaspar Noé titulada Irreversible (2002), la cual abría con un telón negro y una frase devastadora: "El tiempo todo lo destruye". Esto a propósito del último trabajo de Charly García, que no es más que un enorme "quiero pero no puedo", porque digámoslo claro: Charly ya no puede tocar, menos cantar, tampoco compone, entonces, ¿de qué se trata esto? Pues de un conjunto de canciones sacadas de aquí y allá, pasadas todas por una producción exagerada, un compilado de temas viejos más unas cuantas versiones de otros artistas que seguro tienen un significado personal para García pero que lamentablemente resultan muy difíciles de disfrutar debido al mal estado del argentino. 

La lógica del escorpión se supone viene a enderezar las cosas tras aquel tibio Random (2017) y hasta cierto punto podríamos afirmar que la premisa se cumple, es decir, este disco efectivamente desprende una vibra que nos acerca a ese Charly sucio de tiempo atrás (digamos, el post 2000). También el disco posee un tono tremendamente personal (eso hay que dárselo) al punto de que cada canción pareciese querer decir algo respecto al presente del argentino. Ahora, otra cosa es que haya correspondencia entre todas estas nobles intenciones y un conjunto de nivel. Cosa que acá no ocurre.  

El disco abre en modo rock con el minuto y medio de 'Rompela', una canción de guitarras que ya había aparecido en el proyecto Kill Gil (ese disco fantasma que tuvo grandes problemas para ser publicado quince años atrás) en donde el vocalista nos invita a "gritar, agitar y no ser cómo los demás". De inmediato eso si, acá se vuelven evidentes ciertas red flags: Charly no canta y tampoco tiene nuevas ideas. De hecho, en adelante el álbum se transformará en un reciclado de viejas melodías. Se sucederán algunos medios tiempos muy livianitos como la popera 'Yo no sé' o 'Medicina N°9' (que se construye prácticamente por completo sobre dos canciones : 'El rap de las hormigas' y 'Rock and roll yo'), así como baladas realmente terribles como 'Te recuerdo invierno', rarezas tipo 'El club de los 27', un blues bastante básico y cliché, además de algún otro tema cargado al rock como 'Autofemicidio'. El factor común (fuera de los mencionados auto plagios) será lo cortos que son los temas (dos minutos la gran mayoría) y la mínima complejidad, la cual se intenta ocultar bajo la producción. 

La Cara B del álbum entregará una colaboración con Pedro Aznar en 'America' (que emula la lírica de 'I'm afraid of americans' de David Bowie), rescata 'Juan represión' (una pequeña gran joya setentera de Sui Generis), volverá a recurrir al auto plagio en 'Estrellas al caer' (tiene la melodía de 'Chipi chipi') y versionará tanto a Lennon en 'Watching the wheels' (algo que ya había hecho en Kill Gil, o sea vuelve a recalentar un plato de ese disco) como a The birds en 'Rock and roll star' (traducción del tema de 1967). En toda esta pasada lo más interesante será la inclusión de 'La pelícana y el androide', un tema compuesto por Luis Alberto Spinetta en 1984 y que se supone iba a ser parte del álbum que lanzarían junto a Charly por aquellos años, aunque el flaco la terminó dejando en Privé (1986)

En definitiva, ¿quién es uno par a jubilar a un artista? Por supuesto que nadie. Si Charly García estaba interesado en grabar y publicar esta despedida, estaba en pleno derecho. Sin embargo, las cosas por su nombre: con esto él y sus cercanos lo único que han conseguido es evidenciar su mal estado mediante un conjunto de canciones terriblemente interpretadas desde lo vocal (duele insistir en el punto pero es la realidad) y que en lo musical aportan realmente nada al catálogo del artista. 

Charly García es un gigante, su aporte a la historia de la música latinoamericana es indeleble y el culto en torno a su figura será eterno. Más allá de este traspié innecesario.

¿Canciones? 'La pelícana y el androide'.

2/10
Pésimo.


sábado, 28 de diciembre de 2024

30 Años De... Charly García: La Hija De La Lágrima (1994)

"Fallida y descarnadamente honesto..."

Hay discos a los cuales el paso del tiempo ayuda a entenderles mejor. Ocurre sobretodo con esos álbumes que fueron despreciados en su momento. Un caso así es el de La hija de la lágrima, trabajo tremendamente denostado en su momento pero que hoy, a treinta años de distancia se puede valorar de otra manera al comprender el contexto de aquel Charly García, uno que a sus veinte años había ya conocido el respeto y la fama para luego durante sus treintas lograr reinventarse mediante una seguidilla de álbumes tan fantásticos como históricos. La pasada 1987/1990, sin embargo, causó estragos en la vida del argentino, de pronto esta se volvió caótica entre problemas emocionales (incluida la muerte de su hermano) que derivaron en abuso de sustancias y adicciones varias (cabe recordar que por aquellos años estuvo incluso internado un par de veces). Todo esto evidentemente encontró reflejo en lo musical, con un artista que intentó enfrentar sus vaivenes con trabajo, de ahí la colaboración con Pedro Aznar en Tango 4 (1991) o el confuso regreso en 1992 de Serú Girán. El momento, sin embargo, de volver a hacerse cargo de su obra era inevitable y aquel llegó en 1994 mediante un álbum que extenso (veintitrés piezas en sesenta y ocho minutos) y conceptual que expresó a cabalidad el momento de un Charly García absolutamente consumido por su momento. 

Ante todo, La hija de la lágrima es un álbum anti climático. Dicho en simple: un disco que te saca constantemente. Existen quienes aseguran que esta característica fue intencionada, que Charly en el inicio de un proceso claramente auto destructivo arremetió incluso contra su propia obra, olvidándose de aquel "viejo Charly" que se ocupaba tanto de la belleza de las formas y aspirando más bien a la desestructura (tanto individual como del conjunto). Están también quienes afirman que el disco no es más que la primera señal de un talento agotado, carente de norte e inspiración, a causa de los excesos (digamos que el tiempo y la evidencia inclinó la balanza hacia esta segunda teoría). Como sea, La hija de la lágrima resulta ser un disco que oscila constantemente entre extremos opuestos, yendo con facilidad desde el minimalismo a arreglos excesivos, con canciones e interludios que se enmarcan entre atmósferas oscuras, tristes y cargadas de desesperanza, lo cual habla de un trabajo tremendamente honesto, desgarrado y que ciertamente no concesiona absolutamente nada con el auditor. Todo eso hay que dárselo, independiente de si que tan bien funcione el conjunto.

Dentro de las canciones que destacan están los paisajes lúgubres y personales de 'Víctima', donde declara intenciones abriéndose en canal ("Víctima de soledad / Víctima de un mal extraño / Mi corazón se ha partido en dos / ¿Quién te ha visto y quién te ve? / Quien te ama te hace daño..."), así como la sensible y dolorosa 'Kurosawa', abordando con claridad el tema de su depresión ("La sombra llega y no espera / Se presenta y no te deja opción / Todo se vuelve madera, yo lo siento / Y no tengo un amor para dar...") y la pérdida ("La llama ya se abre / Porque mi ángel se fue / Cuando estaba acá..."). En la misma línea funciona 'Love is love' mientras que 'Fax U' si bien sostiene el tono acústico del álbum (con María Gabriela Epumer haciendo su debut en la banda) aportará un lenguaje más rabioso y descarnado mediante un ambiguo juego de palabras que podría aplicarse tanto a la falta de conexión que puede provocar la tecnología como a una relación de desamor. Mención aparte merece esa belleza titulada 'Chipi chipi', una singlazo que vivirá por siempre (por eso mismo él la hizo así...) lleno de ternura y que aparece como una luz de esperanza en medio de un álbum generalmente por lo general oscuro. 

Si el disco hubiese sido todo lo anterior más tres o cuatro canciones trabajadas al detalle, estaríamos hablando de uno de los mejores álbumes en la carrera de Charly García y efectivamente ese regreso de nivel que se esperaba para 1994. Sin embargo, no fue así. El resto del trabajo es un total desvarío, encontramos temas que no pasan de ser meras improvisaciones rocanroleras o bluseras, como 'La sal no sala', la sesentera 'Chiquilín', 'Workin' in the morning' o 'Waitin', sumado a un conjunto de instrumentales de dos a tres minutos (no hay que olvidar que el disco se supone era una especie de banda sonora para una película imaginaria de Charly), algunos de estos dan muestras de algo bien pensado ('Overture' o 'Interludio de la lágrima', por ejemplo) pero la gran mayoría son idas de olla sin ton ni son, muchos de ellos puestos además de manera consecutiva en la lista, volviendo aún más compleja la experiencia.  

A treinta años de distancia, La hija de la lágrima no se aprecia como el desastre que en su época pareció ser, si no más bien como un trabajo descarnadamente honesto en donde Charly García no se propone acá gustarle a alguien ni componer una joya si no más bien plasmar su momento y ser en una obra musical. El resultado por ende fue verborreico y ciertamente inclasificable. Para 1994 Charly ya había destruido su voz y perdido prácticamente toda dulzura (para muestra el Unplugged que grabaría ese mismo año para MTV), sin embargo, se pueden identificar acá atisbos de una sensibilidad particular, propia de un artista en estado depresivo que iniciaba un camino hacia la locura, auto destructivo y delirante, algo que se expresaría con aún más fuerza en los posteriores Say no more (1996) y El aguante (1998), el verdadero descenso a los infiernos. Aunque aquello será materia de análisis futuros si es que la vida me acompaña...

¿Canciones? 'Víctima', 'Chipi chipi', 'Fax U' y 'Kurosawa'.

5,9 / 10
Caótico.


Otras reseñas de Charly García:

miércoles, 25 de diciembre de 2024

40 Años De... Charly García: Piano Bar (1984)

 "En plenas facultades creativas..."

Hora de comenzar a ponerse al día con esta leyenda. Corresponde...

A los más jóvenes habría que explicarles que ese ancianito que ven hoy en 2024 sentado en silla de ruedas y que parece un pedazo de cartón, alguna vez fue un artista colosal, capaz no solo de haber publicado un puñado de discos increíbles si no que directamente cambiar la historia del rock latinoamericano.

Hay que ir cuarenta años atrás eso si para encontrar los momentos más fascinantes en la carrera de Charly García, tiempos donde el argentino dio muestras de encontrarse muy por sobre la comprensión de los mortales (no fueron pocos quienes lo criticaban por "haberse vendido") y decidió avanzar representando la absoluta vanguardia, encarnando a un verdadero monstruo de la música capaz incluso de iluminar al resto (la lista de artistas que despegaron bajo el ala de Charly es inmensa). A modo de muestra está lo que había logrado apenas un año atrás con Clics modernos (1983) y esa capacidad para equilibrar el pop extremadamente liviano de 'Nos siguen pegando abajo' + 'No me dejan salir' con cosas tan hermosas y delicadas como 'No soy un extraño', 'Los dinosaurios' u 'Ojos de video tape'. García sonaba como un artista multifacético y extraordinario, algo que confirmaría un año más tarde mediante este Piano bar, álbum que inevitablemente se encuentra hermanado con su antecesor pese a contar con elementos suficientes como para tener vida propia. 

En efecto, cierta estructura de Clics modernos acá se replica, digamos, esa búsqueda del equilibrio antes mencionado, sin embargo, en Piano bar el asunto apunta a una mayor profundidad, incluso en sus momentos más "divertidos". En estos Charly apostará por menos baile y más guitarras, como es el caso de la sólida y golpeada partida a cargo de 'Demoliendo hoteles', marcada por esas frases tan históricas como monumentales ("Yo que crecí con Videla / Yo que nací sin poder / Yo que luché por la libertad pero nunca la pude tener...") o la rockera 'Cerca de la revolución' (otro hitazo eterno), siendo 'Rap del exilio' el único tema en todo el disco que carga su sonido hacia el funk e invita al movimiento y donde se ríe un poco de su desconexión con los medios de la época ("Tenía un sólido futuro artístico y me comí el bajón / Yo tenía tres libros y una foto del Ché / Ahora tengo mil años y muy poco que hacer...").

 

El resto apuntará más bien a facetas íntimas del artista, donde los teclados (a cargo de Fito Páez) son protagonistas, ya sea en medios tiempos como 'Promesas sobre el bidet' + 'Raros peinados nuevos' o elevando su sonido a otra dimensión en la maravillosa 'Piano bar', gran joya de este álbum gracias a su particular sensibilidad y esa estructura inquieta que muestra todo el tiempo. La solemnidad del sonido aparecerá en 'No te animás a despegar' (dedicada en ese entonces a Fabiana Cantilo, sin embargo, resulta paradójico que con los años la canción terminase hablando de sí mismo) para luego elevar el viaje mediante la dinámica 'No se va a llamar mi amor' seguida de la melódica y amigable (aunque algo repetitiva) 'Tuve tu amor', estas dos siendo influencia evidente para la posterior carrera en solitario de Fito.

El disco cerrará con la colaboración entre Charly y Luis Alberto Spinetta titulada 'Total interferencia' (se cuenta que estos dos tenían toda la intención de concretar un álbum, lo cual lamentablemente no se dio), una que García dudó hasta último momento si incorporar o no en la lista definitiva (la leyenda cuenta que Páez le convenció) y que funciona como una pequeña gran joya marcada por sus exquisitas atmósferas y crudas reflexiones ("Pienso que estamos como el amor que se echa a perder / Violamos todo lo que amamos / Para vivir..."), finalizando así un trabajo que en la odiosa comparación con Clics modernos queda un tanto abajo (hay momentos que se hacen algo pesados y la segunda línea no es tan potente como en el mencionado) pero que supo mostrar a un artista en plenas facultades creativas, lo cual no es poco para un músico que llevaba haciendo historia al menos una década. Finalmente este disco sería sustento para el notable Parte de la religión (1987) y bueno, la entrada a ese callejón sin salida que acabaría desembocando en el proceso auto destructivo que vivió una década más tarde...

¿Canciones? 'Demoliendo hoteles', 'Piano bar' y 'Cerca de la revolución'. 

8,8 / 10
¡Excelente!


Otras reseñas de Charly García:

lunes, 23 de diciembre de 2024

Sabrina Carpenter: Short N' Sweet (2024)

 "Genérica..."

El fenómeno pop del año responde a algo más viejo que el hilo negro: la estrella infantil que necesita romper con aquel molde y verse mayor (aló, Miley Cyrus?). Y para esto, ha optado por enmarcase en los estereotipos típicos de occidente (mujer rubia de aspecto dulce pero sexualizado y, por supuesto, delgada), digamos, una especie de Mariah Carey actualizada (de hecho, vocalmente hasta suena muy similar en el hit 'Espresso'). A esto ha sumado un buen manejo en redes (esencial para enganchar con las nuevas generaciones hoy) y una supuesta transgresión el términos de temáticas y lenguaje, mostrando irreverencia al hablar explícitamente de sexo en algunas de sus canciones o lanzar varios "fuck" + "Mutherfucker" en el camino. El resultado es una mezcolanza de propuestas que muestran a Sabrina Carpenter efectivamente ansiosa por dar el salto (al menos desde el punto de vista comercial lo ha dado) aunque musicalmente hablando resulte absoluta y completamente genérica. Dicho en simple: este disco se lo pasaban a Taylor Swift y muchas diferencias no habían. 

Encontramos acá cancioncitas pop donde los teclados son protagonistas ('Please please please'), metiéndonos con gracia en la pista de baile ('Espresso', la más contagiosa en todo el álbum sin lugar a dudas), apuntando al minimalismo la mayoría de las veces ('Good graces' o 'Bed chem'), metiendo cuerdas acústicas ('Sharpest tool' o 'Coincidence') o baladas de manual ('Dumb & poetic' o 'Lie to girls') que a veces incluso van al folk country ('Slim pickins'). En el uno a uno el disco si bien no está mal, entretiene y encuentra un buen equilibrio entre un pop (muy) bien producido ('Juno') y momentos de exquisita calma ('Don't smile'), presenta un gran problema: es absolutamente inofensivo. Las canciones jamás explotan (tampoco pareciese que lo buscasen) y más allá de los susurros no presentan sello alguno que resalte a la vocalista ante sus pares. 

Habrá que ver más adelante si Sabrina, habiendo ya alcanzado cierto nivel de fama, decide sostener el estilo buenista o más bien rebelarse para buscar algo diferente. Por ahora, no hay absolutamente nada acá que transgreda algún límite. 

¿Canciones?  'Bed chem', 'Espresso' y 'Don't smile'.

6/10
Bueno, cumple...

jueves, 19 de diciembre de 2024

Villagers: That Golden Time (2024)

 "Un respiro de calma y sobriedad..."

Conor O'Brien es ese personaje distinto dentro de la escena, destinado a vivir entre las sombras (más en estos tiempos donde solo paga la inmediatez y la nostalgia) pese a que disco a disco se las arregle para sonar tan delicado como ambicioso. En ese camino, Fever dreams (2021) fue un álbum que coqueteó siempre con la experimentación entre teclados, baterías electrónicas, cuerdas, saxofones y vientos varios, entregando un resultado notable que en medio del anonimato se anotó como uno de sus álbumes más interesantes a la fecha. Caía de cajón eso si que tras un disco así de sesudo debía venir una baja en la intensidad, que es lo que nos ha entregado en That golden time, un disco de cuerdas + piano donde el foco está puesto principalmente en el mensaje. 

Por supuesto que el conjunto sigue siendo amable, que no te vas a encontrar en un álbum de Villagers canciones que no suenen dulces (o no ha pasado hasta el día de hoy), sin embargo, salvo alguna excepción como 'Keepsake' (la única que promueve atmósferas que van con fuerza hacia la electrónica) prácticamente todo el álbum transmite una sensación de simpleza en términos de recursos, trabajando sobre melodías sencillas y estructuras en general repetitivas, sin que esto signifique perjuicio, digámoslo. El disco por tanto declara intenciones desde un comienzo mediante 'Truly alone', sostenida únicamente sobre un teclado y con esa letra enfocada en la autosuperación cuando se cuenta con nadie salvo si mismo ("Enfrentar el viento hacia donde sea que sople / Trazar el camino tal como fluye el río / Desafiar al frío hasta que llega a tus huesos / Verdaderamente solo..."), las cuales se confirman mediante 'First responder' (donde aparecen vientos en el cierre) seguida de 'I want what I don´t need' + 'You lucky one' + 'That golden time', estas ya derechamente armadas sobre cuerdas o un piano pero con una apuesta que apunta a la sencillez. 

En la recta final aparecerá otra excepción como 'No drama', una exquisita reflexión acerca de la búsqueda de la sencillez ("La gente lo complica / Tu esperas, esperas y esperas / Por esa vida que soñaste / Sin dramas, solo amor...") que en su estructura va subiendo como la espuma hasta encontrar una explosión de intensidad (pasado el minuto tres), sin embargo, salvo este paréntesis el disco acabará entre propuestas que insistirán en el minimalismo, como la oscura 'Behind the curtain' (que en su minuto final desata una locura eso si, como si Conor no quisiera que nos olvidásemos de sus inquietudes) o la tranquila 'Money on the mind'.

O'Brien es un artesano de canciones y con That golden time ha vuelto a dar muestras de aquello. Esta vez ha apuntado a algo más sobrio y calmo, un respiro quizás en su inquieta trayectoria, una que lo continúa mostrando como uno de los compositores modernos más interesantes de la escena. Aunque el mundo no se entere...

¿Canciones?  'Truly alone', 'No drama' y 'Behind the curtain'. 

7,5 /10
¡Muy bueno!

lunes, 16 de diciembre de 2024

Marilyn Manson: One Assassination Under God - Chapter 1 (2024)

 "Sólida continuación. Ni más ni menos..."

Es inevitable que todo quien venga siguiendo relativamente de cerca la carrera de Marilyn Manson se emocione al verlo delgado y recuperado vocalmente tras tantos años de absoluta decadencia. Sin embargo, vamos a ser claros y (descarnadamente) francos desde un comienzo: una cosa es que el tipo haya bajado de peso y se le vea disfrutando sus conciertos, otra muy distinta es que esto efectivamente se traduzca en un regreso a la altura de sus más inspirados momentos. Hay que separar las cosas. 

Dicho lo anterior, en ningún caso me atrevería a afirmar que One assassination under god sea un mal álbum pero tampoco uno que amerite los infinitos elogios esgrimidos por sus fans, seguramente influenciados por la emoción de tener a Brian Warner de regreso en plena forma, sobre todo considerando que al tipo lo dimos por muerto tras las acusaciones de abuso que le cayeron encima hace unos años. El caso es que en su álbum número doce nos ha vuelto a entregar un conjunto preciso (solo nueve canciones en cuarenta minutos), nuevamente en compañía de Tyler Bates en producción (ahora además como miembro estable de la banda), y que en general se mueve entre sonidos bastante directos, algunos que miran con descaro a su pasado y otros que se limitan a apuntar al coro efectivo. No mucho más, aunque tampoco menos.

Las canciones están bien de todas formas, hay que darle a Manson el que por primera vez en largo (¡largo!) tiempo nos ha entregado un trabajo bien interpretado (no hay alaridos, desafinaciones ni aullidos en esta ocasión, lo cual vaya que se agradece), producido con cuidado (tampoco hay guitarras innecesariamente estridentes) y donde los coros efectivamente funcionan. En dicho sentido, el disco transmite la intención de un autor que no ha querido ir demasiado lejos para no perderse, apuntando a canciones inmediatas que no se desbaraten. Abre, por ejemplo, de manera muy contenida mediante una tétrica 'One assassination under god', que no es otra cosa que una emulación de 'Godeatgod' (la notable partida de Holly wood, esa joya de 2000 y su último GRAN disco para muchos) en donde el vocalista aborda el tema de su cancelación  ("Todos se presentaron a la ejecución / Pero nadie quiso dar la cara / Para dispararte a la espalda y llamarlo sacrificio..."), seguida de 'No funeral without applause', otra que se mueve bastante abajo aunque con atmósferas menos logradas, y será recién mediante 'Nod if you understand' cuando el álbum pareciese despegar, un tema que nuevamente conecta a Manson con el filo de décadas atrás, sobretodo en ese coro cuando exclama furibundo un "Mírate a ti mismo para ver a quien culpar / ¡Eres el único que debería avergonzarse...!" y ese cierre memorable que reitera un "I won't repent' que evidentemente nos recuerda muchísimo su pasada por el mítico Antichrist superstar (1996)

El disco vivirá su mejor momento cuando suene de 'As sick as the secrets within', la gran joya de este álbum sin lugar a dudas, un medio tiempo oscuro y que nuevamente funciona maravilloso debido a la interpretación sólida de Manson. En una muy línea similar se moverá 'Death is not a costume' mientras que 'Sacrilegious', 'Meet me in the purgatory' o 'Raise the red flag' apuntarán a una arista algo más agresiva y directa donde los coros son el fuerte, esto para llegar al cierre con una balada acústica que inevitablemente recordará a 'Man that you fear' (el cierre de Antichrist superstar) aunque en este caso con resultados muchísimo menores. Una lástima por cierto que el solo final de Tyler Bates haya quedado tan tapado en la mezcla, con algo más de protagonismo quizás el tema habría alcanzado mayores cotas de emoción. 

En definitiva, One assassination under god es un disco que funciona en el nivel de cualquiera de sus antecesores, quizás con la particularidad de la limpieza de su sonido, las sólidas interpretaciones y lo bien que se logran ciertos ganchos a lo largo del trabajo. Ahora, las cosas por su nombre: el disco ni por asomo se acerca a un The golden age of grotesque (2003) y de las más grandes obras maestras de Marilyn Manson ni hablemos. El álbum más bien funciona como una sólida continuación para la carrera del artista. Que no es poco a estas alturas...

¿Canciones? 'As sick as the secrets within', 'Raise the red flag' y 'Death is not a costume'.

sábado, 14 de diciembre de 2024

Fleshgod Apocalypse: Opera (2024)

"Luces y sombras que mejoran la experiencia..."

¿Puede volverse un problema para una banda el tocar techo demasiado pronto? Parece ser lo que le acabó ocurriendo a Fleshgod apocalypse, quienes ya en su segundo álbum (Agony, 2011) dieron muestras de un death brutalísimo y técnico, al que realmente es poco lo que se le podía criticar. ¿Y cómo mejorar desde ahí? Pues tal parece que la única salida que los italianos vieron al "problema" fue caer en el sobrecargo. Agregar más y más elementos a su sonido, mantener la velocidad endemoniada en Labyrinth (2013) pero intensificando los elementos sinfónicos, algo que exacerbaron aún más en King (2016) aunque esa vez desacelerando para privilegiar estructuras que les acercasen al metal progresivo. El riesgo de transformarse eso si en una versión pobre de los griegos Septicflesh estaba ahí latente por lo que la banda de cierta forma reculó mediante un álbum más directo como Veleno (2019), llegando así a este sexto álbum, eso si, bajo un contexto no menor a mencionar: el accidente de Francesco Paoli que estuvo a punto de terminar con la carrera de la banda.

En dicho sentido, si bien cinco años parecen ser bastante tiempo como para pensar un nuevo álbum, el accidente del vocalista obviamente acortó los plazos por lo que este Opera lejos de representar algún tipo de reinvención suena más bien a una continuación de Veleno con la salvedad (no menor, digámoslo) del tono operístico con que este cuenta, marcado por los duetos vocales entre Francesco y Veronica Bordacchini además de temáticas en torno a la muerte. Lo dicho se aprecia de inmediato cuando abre 'Ode to art - De' sepolcri' seguida del metal acelerado de 'I can never die', con un tono de epitafio bastante claro ("Cuando llegue mi momento no quiero lamentos / Levanten sus copas y en mi honor escuchen fuerte esta música..."), y la terrorífica 'Pendulum', donde Paoli relata el terror de su caída desde las alturas ("El amor por lo desconocido me trajo acá / Donde el aire es tan delgado que apenas se puede respirar y es mejor no mirar hacia abajo..."). En adelante el disco sostendrá este tono, oscilando entre momentos aceleradísimos en donde Veronica realizará su aporte, ya sea intercalando su voz entre solos de guitarra en 'Bloodstock' o apelando a la épica en 'At war with my soul', monstruosidad de canción esta y una donde parecen dar con la tecla precisa en términos de estilo.

Entrando a la recta final la banda intenta matizar. Contrastan la velocidad impuesta en 'Morphine waltz' o 'Per aspera ad astra' (quizás una de estas dos debieron dejar, no ambas) bajando mediante 'Matricide 8.21' o la balada 'Till death do us part' (otra que me sobra), armando una recta final que pese al intento de todas formas se hace pesada, o más bien redundante, lo cual no habla bien de un disco que apenas dura cuarenta minutos entre canciones todas que rondan los cuatro.

Hay luces y sombras por tanto en este Opera, aunque el saldo es positivo. Un trabajo que muestra avances y ciertamente mejora la experiencia respecto a su antecesor, también suena sincero y entregado a un camino que apuesta por sonidos que colocan el énfasis en los arreglos tanto vocales como instrumentales, sin complicarse demasiado con las estructuras. Con todo, sin embargo, la sensación de que la banda no logra acercarse al nivel de contundencia de sus inicios es inevitable. 

¿Canciones? 'At war with my soul' y 'Bloodclock'.

7/10
Muy bueno.


Otras reseñas de Fleshgod Apocalypse:

miércoles, 11 de diciembre de 2024

Concrete Winds: Concrete Winds (2024)

"Salvajada..."

Hay quienes dicen que el metal es puro ruido, y bandas como Concrete winds vaya que les dan la razón. Sin embargo, cuando el murallón sonoro propuesto se encuentra tan bien intencionado como en este caso, incluso belleza uno puede encontrar en el caos. Llama por cierto la atención la procedencia de esta banda, uno por el sonido se habría imaginado que eran estadounidenses, sin embargo, desde Finlandia nos llega esta agrupación que va ya por su tercer álbum, un disco homónimo que toma la brutalidad del anterior Nerve butcherer (2021) pero lejos de repetirla con calco desarrolla un death + grind con elementos hardcore y una masa de sonido dispuesta a impactar tu cerebro sin contemplaciones. 

El resultado por tanto resulta ser una salvajada muy a la Napalm death, es decir, un conjunto que en tan solo veinticinco minutos entrega un conjunto despiadado que avanza sin pedir permiso. En este sentido, desde que le das play a 'Permanent dissonance' la violencia se toma el álbum y desde entonces se suceden canciones veloces y brutales, repletas de alaridos (¡lo que hacen vocalmente en 'Demented gospels' por favor! Una maravilla) enmarcados en una masa de guitarras que te sitúan en medio del mismísimo infierno. No tiene mucho sentido por tanto destacar alguna canción particular en un álbum que más bien es un continuo, una masa compacta que regala dosis extremas de agresividad, ejecutadas con precisión pero con el talento de desprender una notable desprolijidad y una sensación de constante caos. 

Si te gusta el metal brutal, desquiciado y extremo, esta es tu banda. 

¿Canciones? El disco completo es una sola canción de veinticinco minutos, pero si hay que mencionar una pieza: 'Demented gospels' 

8,2 / 10
¡Excelente!

domingo, 8 de diciembre de 2024

Kanonenfieber: Die Urkatastrophe (2024)

 "El relato de una tragedia..."

He acá un proyecto que conjuga tres líneas bastante singulares: es un one man band (Noise se hace llamar el enigmático creador de todo acá) que desarrolla una temática en particular (todas las canciones giran en torno a la Primera Guerra Mundial y el horror bélico) y que cuenta con una estética especial (que va desde cubrirse las caras en vivo y vestirse con uniformes, hasta las portadas de álbumes con ese soldado calavérico como protagonista). Todo en Kanonenfieber parece entonces estar fríamente pensado y calculado, desde lo estético, temático y sonoro no parecen haber aristas dejadas al azar, digamos, una fórmula relativamente similar a la que llevó a una banda como Ghost al éxito comercial. El tiempo dirá si con este alemán ocurrirá algo parecido, pero por ahora mal no le ha ido, la banda ha pasado en pocos años a animar diversos festivales a lo largo de Europa y su nombre poco a poco comienza a expandirse por el mundo del metal. En Die urkatastrophe ("La catástrofe primordial" en alemán), el autor se apega a un manual bastante similar respecto al debut de 2021, es decir, un black metal melódico que va bastante al grano, que suena violento y directo pero que jamás se expande más allá de sus moldes, siendo este el principal problema que carga. 

El asunto funciona de todas formas muy bien la partida a cargo de 'Menschenmühle', con un doble pedal intenso y una interpretación notable que va cortando las líneas con cuchillo, para luego desenfundar una seguidilla de canciones breves (todas rondan los cuatro a cinco minutos) pero poderosas, donde cada una de ellas entregan como una especie de homenaje a aquellos anónimos personajes que trágicamente acaban protagonizando una guerra. 

En dicho sentido, este es uno de esos trabajos que se potencian enormemente si entiendes lo que se está relatando, por lo que así como Noise ha realizado un trabajo de joyería al plasmar en sus relatos textos de decenas de documentos históricos (desde manuscritos de la época hasta cartas de soldados), el desafío el auditor está en hurgar de igual forma en la obra, al menos traduciendo los temas. 'Der maulwirf' ("El topo"), por ejemplo, relata las penurias de aquellos soldados encomendados a cavar túneles durante la guerra ("Alguien abre el saco de arena, otros levantan la tierra / Una lámpara de carburo nos da luz / El humo te pica el pecho / Además, incapacitado por la falta el oxígeno / ¡Lo juro, no pasará demasiado antes de que me pegue un tiro!") mientras que 'Waffenbrüden' ("Hermanos de armas") es un dramático relato en torno al compañerismo entre soldados, interrumpido por la muerte ("Los golpes se acercan / Un aluvión de granadas / Una explosión golpeó nuestra zanja / Desperté en el hospital y me enteré de tu muerte / Nos conocíamos desde hace años, desde la niñez / Una amistad que durará por siempre..."). Y así, cada canción es una historia, el relato de una tragedia, representando esto una traba para cualquier auditor casual pues repito: si no se entiende lo que se está contando, el disco desde lo musical se vuelve inevitablemente algo monótono. 

Ya ha manifestado Noise en entrevistas que no piensa abandonar la temática bélica y veo difícil que salga del alemán (no está demás recordar que a los míticos Marduk o a los ucranianos 1914 les ayudó el interpretar en inglés). Sin embargo, desde lo musical habrá que ver que decisiones tomará, sobretodo considerando el que a partir de sus dos primeros álbumes ya se ha hecho un nombre. ¿Mantenerse fiel a este sonido o diversificarlo? El tiempo dirá. Por ahora, Die Urkatastrophe se ha mostrado como un muy buen disco de continuidad respecto al debut, además de un álbum tremendamente interesante desde lo histórico del documento. 

¿Canciones? 'Menschenmühle' y 'Der maulwirf'.

7,5 / 10
¡Muy bueno!

miércoles, 4 de diciembre de 2024

Jerry Cantrell: I Want Blood (2024)

 "Leyenda que se mantiene viva..."

A estas alturas del partido lo de Jerry Cantrell es marca registrada, el tipo es dueño de un sonido inconfundiblemente ligado a su histórica banda madre. Ahora, por lo mismo, resultó curiosa la exploración fuera de la caja que plasmó unos años atrás en aquel particularmente luminoso Brighten (2021), lo cual le ha motivado quizás a regresar a su corral en esta siguiente entrega. Dicho en simple: los cuarenta y seis minutos de este I want blood van por donde esperaríamos e incluso llama la atención que el guitarrista no haya guardado estos temas para un nuevo lanzamiento de Alice in chains. Sin embargo, ¿quién va a venir a cuestionar las decisiones que Cantrell pueda tomar? Quiso sacar este disco bajo su autoría y punto. Él sabrá. 

En su cuarto trabajo en solitario el buen Jerry Cantrell nos entrega uno que otro momento de alto nivel pero en general un conjunto bastante regular y que efectivamente responde enteramente a lo que esperaríamos nacer de las mente del autor. Un conjunto en donde abundan los medios tiempos, riffs pesados marcas de la casa y sentidas interpretaciones. Claro ejemplo es la tríada que abre, 'Vilified' + 'Off the rails' entregan ese sonido tan característico del Alice in chains más clásico, marcado por las guitarras (y coros que buscan la épica subiendo de intensidad), mientras que 'Afterglow' apunta a algo más reflexivo y profundo donde el riff se desliza en lugar de buscar el impacto como en las anteriores. Es una de las grandes canciones del año, sin duda. 

En adelante, el asunto se mostrará bastante más directo en la dinámica 'I want blood' (una que podrían haberla interpretado unos Stone temple pilots sin problemas) mientras que 'Echoes of laughter' desempolvará la guitarra acústica entregando una sentida balada para entrar a una Cara B que se vuelve a enfocar en lugares comunes del artista como 'Throw me a line' o 'Let it lie', para llegar al cierre definitivo con otra de las grandes joyas del álbum, la dramática 'It comes'.

Jerry Cantrell ha entregado un disco que perfectamente podría haber cargado con el legado de Alice in chains. Para bien y para mal, el sonido que todos relacionamos con la mítica banda acá está. Como defecto contará el que no hay novedad en estas nueve canciones, a favor el sentir que la leyenda se mantiene viva. Cada cual tomará posición donde guste. 

¿Canciones? 'Off the rails', 'Afterglow' e 'It comes'.

7,2 / 10
Muy bueno.


Otras reseñas de Jerry Cantrell:
2018: Rainier fog (Alice in chains)

lunes, 2 de diciembre de 2024

Dark Tranquillity: Endtime Signals (2024)

"Lugares comunes inofensivos..."

No deja de llamar la atención el como estos suecos han podido sortear con calma la partida de miembros insignes, primero Martin Henriksson (guitarra) en 2016 y luego Anders Jivars (batería) en 2021, dejando hoy unicamente a la dupla Mikael Stanne + Martin Brändström como integrantes clásicos de Dark tranquillity. El caso es que en medio de estos recientes sismos la banda se ha entregado a la producción de tres discos bastante regulares y que han funcionado en una línea similar: Atoma (2016), Moment (2020) y este reciente Endtime signals, álbumes cargados a ese death melódico bastante controlado, bien ejecutado y producido, siendo este último uno que no entrega sorpresas (tampoco las esperábamos, digámoslo) y que más allá de uno que otro grato momento puntual transmite una señal de continuidad (¿o estancamiento?) que solo se disculpa por el respeto que se le tiene a la banda. 

Los elementos acá están y aparecen desde el primer minuto, también la diversidad. 'Shivers and voids' es, por ejemplo, un medio tiempo melódico bastante clásico de la banda mientras que en 'Unforgivable' acelerarán para entregar una versión algo más agresiva y oscura. En 'Neuronal face' los teclados adoptan mayor protagonismo (sobre todo en ese meloso coro, que me ha gustado bastante) para luego ir declaradamente a la balada en 'Not nothing', donde emergen por primera vez las voces limpias en estrofas. El disco va y viene entonces encontrando su mejor momento en la tríada marcada por la agresividad de 'The last imagination'+ 'Enforced perspective' (esta última con un exquisito trabajo de teclados) seguida de la reflexiva 'Our disconnect', probablemente la canción que mejor transmite un sentir melancólico en todo el disco mediante esa letra que aborda el terror existencial ("Buscamos lo inexplorado para tejer una historia no contada / Anhelando paz interior / ¿Y qué es lo que nos hace dudar? / ¿Cuál es nuestra necesidad de que las cosas acaben? / Dejándonos vacíos / Es un regalo y una maldición..."), con arreglos que nos recuerdan que esta no es cualquier banda. 

El problema es que más allá de estos tres o cuatro momentos puntuales, rápidamente el álbum pareciese quedarse sin demasiada magia por lo que entrando al nudo la repetición comienza a hacer mella, buscando la velocidad en 'Drowned out voices' o derechamente aburriendo en una balada como 'One of us is gone' (cliché a más no poder). De igual forma la recta final no da con alguna tecla que emocione y redunda en ideas que alargan al disco innecesariamente hasta los cincuenta minutos, dejándonos un álbum de continuidad que se mueve en la línea de sus antecesores pero donde lamentablemente abundan lugares comunes inofensivos. Las cosas como son. 

¿Canciones? 'Neuronal fire', 'Enforced perspective' y 'Our disconnect'.

6,8 / 10
Cumple y algo más...


Otras reseñas de Dark Tranquillity:

2020: Moment

sábado, 30 de noviembre de 2024

Gaerea: Coma (2024)

 "Desatado y emocional..."

La lógica del disco cada dos años no entrega mucho tiempo para reinvenciones, si no más bien la añadidura de uno que otro elemento que vaya torciendo lenta pero sostenidamente el camino de un determinado sonido. Esta es básicamente la fórmula que vienen siguiendo los portugueses Gaerea desde 2018 a la fecha. Con este ya son cuatro álbumes los que han publicado y en cada uno se pueden identificar pequeños guiños distintivos que han ido dándole corpulencia a la propuesta, siempre cercana al black aunque con dosis de modernidad suficiente como para escapar de dicha etiqueta y, ciertamente, molestar a los fans más ultrones del género. 

En Coma volvemos a oírlos tocando la tecla del sólido Mirage (2022), es decir, ese metal rabioso, desatado y fuertemente emocional. Sin embargo, para bien y para mal el sonido de Gaerea no escapa de los lugares comunes que este tipo de bandas suelen abordar, dígase, momentos de calma seguidos de un desate explosivo, con momentos de alta velocidad y desenfreno, marcados por un trabajo de producción que permite disfrutemos un exquisito sonido batería. Encontraremos acá entonces canciones que abrirán en calma entre tranquilas introducciones para luego elevar la intensidad y sostenerla bastante arriba (ahí tienes 'The poet's ballet''Suspended' o 'Shapeshifter'), intercaladas con otras que desde el primer momento aceleran ('Hope shatters', 'World ablaze' o 'Reborn'), las cuales resultan algo más directas en sus intenciones, sumado a algunas que propondrán un ida y vuelta en su estructura ('Coma' o 'Wilted flower'). El elemento común acá será ese toque dramático en las interpretaciones vocales de Guilherme Henriques, doble pedal constante y riffs de enorme peso, armando un global de cincuenta minutos que si bien funciona también se vuelve algo pesado debido a lo monocorde (y monótono, digámoslo) de la propuesta.

El cuarto disco de Gaerea está bien. Es claro en términos de intenciones, está ejecutado con precisión quirúrgica además de sonar tan desgarrado (y potente) como el género exige, sin embargo, a la cuarta o quinta canción el trámite da la sensación de haber mostrado todo lo que tenía por lo que en ningún caso justifica excederse tantos minutos. Por otro lado, las canciones funcionan pero ninguna transmite la sensación de ser esencial, dicho en simple: podrías haber sacado a cualquiera y el disco no resentía su ausencia. A veces menos es más. De todas maneras la banda no solo mantiene el buen nivel si no que transmite la idea de estar (muy) cerca de encontrar el punto preciso en la fórmula. Quizás la clave está en dejar un ratito el cerebro de lado y dejar que el asunto fluya con algo más de libertad, sobre todo si se quiere apuntar a un sonido que pretende conectar desde la emoción del sonido. El tiempo dirá...

¿Canciones?  'The poet's ballet'  y de ahí, cualquiera. 

7/10
Muy bueno.

jueves, 28 de noviembre de 2024

Kasabian: Happenings (2024)

 "Les sigue costando sobrevivir..."

Finalmente a Kasabian le terminó ocurriendo eso de vivir compitiendo con el fantasma de sus primeros discos (mismo fenómeno que enfrentaron pares generacionales como Franz Ferdinand o The hives, entre otros), a lo cual sumó el despido de Tom Meighan en 2020, dejando a Serge Pizzorno como líder y mente creativa de la banda. No la han tenido fácil por tanto, The alchemist's euphoria (2022) fue un disco que pasó tremendamente desapercibido y con este Happenings no ha sido distinto. Les tenemos acá, sin embargo, en una vibra diferente a la habitual apostando por una cosa más centrada en el ritmo entre arreglos electrónicos que invitan a la pista de baile, "un disco para disfrutar en los conciertos" - han dicho (donde, de hecho, abundan los "Oooh Oooh Oooh"). El problema es que las canciones no están, lo cual es algo dramático cuando una banda precisamente es lo que se ha propuesto, digamos, entregar temas cortos pero efectivos. 

El disco es muy breve, menos de treinta minutos para diez canciones que se mueven (todas) entre los dos a tres minutos. Dos cucharadas y a la papa. En ese camino, hay cosas divertidas en esa primera mitad, promoviendo el baile en 'Darkest lullaby', jugando con el coro pop en 'Call' o acelerando a fondo en 'How far will you go', el drama es que las canciones no parecen tener demasiado, un par de coros y sería, a otra cosa. De igual forma cuando abordan un pop algo más genérico, como sucede en 'Coming back to me good' extravían por completo su identidad y suenan como cualquier banda del montón. Sin ir muy lejos durante la segunda mitad se suceden canciones completamente olvidables como 'G.O.A.T' o 'Italian horror', destacando unicamente la oscuridad de una 'Hell of it' o ese cierre simpaticón y contagioso de 'Algotithms'.

En entrevistas Pizzorno ha puesto énfasis en que la banda desea evolucionar y no estancarse en un sonido. Bravo por eso pero verdad sea dicha, no dan con la tecla y les sigue costando bastante sobrevivir. Finalmente el asunto continúa limitándose a participar en festivales interpretando viejas glorias. 

¿Canciones? 'Call' y 'Algotithms'.

lunes, 25 de noviembre de 2024

20 Años De... U2: How To Dismantle An Atomic Bomb (2004)

 "Caricatura de sí mismos..."

La historia es conocida. El "fracaso" (las comillas son totalmente intencionadas) de Pop (1997) volvía a sumir a U2 en una crisis existencial similar a la que habían vivido diez años atrás post Rattle & hum (1989). Con una diferencia relevante eso si: la crisis de 1990 era artística, más no comercial. A los noventa los irlandeses entraban con dudas en torno a su perfil artístico, preguntándose si aún tenían algo relevante que decir y por lo que existir, de ahí que la respuesta fuese artística: el brillante Achtung baby (1991). Entrando a los dos miles, sin embargo, lo que embargó a U2 fue un terror a volverse irrelevantes, viejos y que bandas como Coldplay (entre otros) les ganasen la partida llenando estadios. De ahí la decisión de abandonar por completo la vanguardia noventera simplificando fórmulas para así congraciarse con el público mediante un meloso All that you can't leave behind (2000), un álbum sencillo, ameno y que en términos de promoción (+ gira) explotaba el perfil mesiánico de un Bono que desde entonces decidió transformarse en una caricatura de si mismo. 

Quedaba en el aire, sin embargo, la duda respecto al siguiente paso. ¿Más de lo mismo o algún tipo de paso hacia adelante? Lo cierto es que How to dismantle an atomic bomb (qué título más molesto, por favor...), a diferencia de su antecesor que era bastante más claro y conciso, pretende ser muchas cosas (de ahí la cantidad de productores que metieron mano acá, ocho en total). Un disco que intenta retomar la veta más rockera de U2 y entregarle protagonismo a la guitarra de The Edge en canciones como 'Vertigo' (que sería a los irlandeses lo que 'It's my life' fue a Bon Jovi, es decir el último hit en su carrera y la canción que quizás salvo de la quema a este álbum), una interesante 'Love and peace or else', donde se acuerdan de lo que era construir una atmósfera gracias al tándem Adam Clayton + Larry Mullen Jr. que acá funciona perfecto, aunque al mismo tiempo lastran el resultado a causa de esa producción que tiende a endulzar el sonido con campanitas, o ese esperpento que es 'All because of you', con un coro amateur a más no poder y una de las peores canciones de U2 en su historia. Porque claro, una cosa es querer sonar afilados y otra efectivamente poder. Lo cierto es que a quien tenemos acá en guitarra parece ser una especie de imitador barato de The Edge por lo que los riffs acaban siempre siendo bastante simples y es realmente poco lo que aquí suena a esos U2 que diez o quince años atrás podían reventarte la cabeza asumiendo riesgos en cosas como 'In god's country', 'Acrobat' o 'Gone'.

Por lo mismo, cuando más cómoda se siente a la banda es cuando entrega una versión azucarada del mítico The Joshua Tree (1987), es decir, en la adorable 'City of blinding lights' (aquí si que están en modo Coldplay armando una especie de 'Clocks' que pretende ser más ambiciosa aunque de nuevo, no les da), la seria 'One step closer' (un digno ntento por recuperar las atmósferas de The unforgettable fire) o las hiper melosas 'Original of the species', 'Crumbs from your table' (auto plagio del single 'Electrical storm') o 'Yahweh' (otro "quiero pero no puedo"), asunto que complementarán con algunas baladas como 'A man and a woman', que en su simpleza me sigue pareciendo de lo más agradable del disco, el auto plagio (y ya van...) que es 'Miracle drug' (donde nos intentan ver la cara imitando a 'Beautiful day' con descaro, de hecho, es raro que no haya sido single promocional) o 'Sometimes you can't make it on your own', con dedicatoria personal y emocional al padre de Bono en otro de los buenos momentos del disco. 

How to dismantle an atomic bomb en ningún caso es un mal disco sino más bien uno que sostiene esa versión endulzada de U2, donde la banda pareciese siempre imitarse a si misma, aunque a diferencia de lo que hicieron en los noventa, esta vez sin ninguna gracia ni ironía de por medio.

Nobleza obliga decir que más allá de los resultados musicales, a la banda mal no les fue en cuanto a objetivos. En su simpleza el disco efectivamente supo llegar a nuevos públicos y ampliar su target, que era lo que buscaban. Y es que claro, para alguien que no conocía canciones como 'One tree hill' o 'Where the streets have no names' seguro 'Original of the species' o 'City of blinding lights' le resultaron alucinantes. Por supuesto que quienes les conocíamos vimos el plumero a distancia y mucha sorpresa no encontramos en esta lista de canciones, sin embargo, su meta no éramos nosotros, ellos deseaban nuevas (¡y jóvenes!) audiencias para agigantar su legado. Desde ahí entonces la jugada funcionó. ¿Qué el disco es una completa mediocridad? Da un poco igual. Porque cuando los objetivos son comerciales y no artísticos, ocurre esto. Así suele funcionar el pop: coloca los resultados por sobre los medios. 

¿Canciones? 'Vertigo', 'Sometimes you can't make it on your own' y 'A man and a woman'.

sábado, 23 de noviembre de 2024

Sólstafir: Hin Helga Kvöl (2024)

 "Poco inspirado..."

Puede que algún pajarito no lo sepa pero en ningún caso Sólstafir es una banda novata. Que la popularidad y el reconocimiento les haya llegado recién una década atrás mediante Ótta (2014) es otra cosa, sin embargo, los islandeses llevan metidos en esto más de veinte años, con una singularidad además: sus miembros originales se mantienen prácticamente intactos (solo por la batería han circulado una serie de personajes). El camino que la banda ha recorrido por tanto tiene enorme mérito y ha venido de la mano de mucho esfuerzo. Por lo mismo hasta se comprende que a estas alturas intenten no perder lo ganado y jueguen un tanto a la segura, que en cierto modo es lo que habían realizado en sus dos anteriores discos. Sin embargo, las cosas por su nombre: esta vez se han quedado algo cortos de inspiración. Dicho en simple, los ingredientes acá han estado, dígase, los siempre dramáticos alaridos de Aðalbjörn Tryggvason, así como el sonido áspero y las atmósferas asfixiantes, el problema es que la banda no ha podido encontrar canciones suficientemente atractivas como para hacer del viaje algo llevadero y realmente interesante. 

Todo sea dicho, el disco no abre mal y en su primera mitad logra entregarnos un par de momentos de altura. La partida con 'Hún andar' y ese bombo que marca con fuerza el tiempo está bastante bien, así como la crudeza de 'Hin helga kvöl' (la canción) se enmarca como lo más potente que oiremos en todo el disco (donde incluso nos regalan pasajes que les acercan al black metal). El problema es que en adelante el disco hace aguas a dos frentes. En primer lugar no se entiende hacia donde quieren ir pues así como te encajan una cosa juguetona e incluso blackanrolera como 'Blakkrakki' luego se sacan de la mango tan lento y espeso como 'Sálumessa' (temazo de todas formas eh? De lo mejor del álbum con esos momentos orgásmicos del 3:00 y 4:55) para a continuación retomar la fuerza y velocidad mediante 'Vor ás', armando así una lista que muestra a la banda intentando contentar a todos, buscando temas gancheros así como otros profundos e introspectivos. 

Ahora, lo anterior sería subsanable si el resto de las canciones funcionaran pero eso no ocurre. Particularmente la segunda mitad del disco se vuelve pesadísima, cuatro canciones en poco más de veinte minutos que tienden a tocar la misma opaca tecla sin realmente dejar nada recordable en el camino. Y si bien el metal desaforado de 'Nú mun ljósið deyja' apunta a un lugar distinto que el oscuro cierre de 'Kuml', la sensación de monotonía y falta de chispa es inevitable, dejándonos un disco correcto pero no mucho más, un trabajo que en su primera mitad está bien pero que luego en ningún caso justifica sus casi cincuenta minutos de duración.

¿Canciones? 'Hin helga kvöl' y 'Sálumessa'.    

6/10
Bueno, cumple...


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