jueves, 22 de agosto de 2019

20 Años De... Fito Páez: Abre (1999)

“Furioso, desenfrenado...” 

No vamos a venir a descubrir hoy la grandeza de Fito Páez, un verdadero genio en vida que, por si fuese poco, aún se mantiene absolutamente vigente y creativo, tal como nos demostró con la edición de su fantástica Ciudad liberada en 2017. Todo un mérito para el argentino considerando que su momento más iluminado se desarrollo más de veinte años atrás, particularmente durante los años noventa, período en el que Páez fue capaz de desarrollar una trilogía eterna iniciada por El amor después del amor (1991), continuada por el conceptual Circo beat (1994) y finalizada con Abre (1999), y complementada entre medio por Euforia (1996), el brillante unplugged alternativo con que el cantautor desafió a MTV, y la controversial colaboración con Joaquín Sabina en 1998 titulada Enemigos íntimos. Hablamos por tanto de que en una década Fito Páez fue capaz de editar cinco álbumes de alta factura, lo cual da cuenta del momento inspiradísimo que vivía en aquel entonces. 

Hoy, sin embargo, quiero centrarme en Abre, con seguridad uno de los álbumes más singulares en la carrera del argentino, tanto en lo musical como en lo lírico. Y es que el de 1999 marca diferencias importantes respecto a cualquiera de sus antecesores, mostrando a un Fito adulto, liberado, desafiante, maduro y particularmente rabioso, recuperando durante largos pasajes ese mal rollo que no le oíamos desde hace mucho (más de una década sin duda). El resultado de todo esto es un disco ruidoso en el amplio (y buen sentido) de la palabra, con momentos muy rock y plagado de temas cargados de furia. 

Que el disco de la partida con los casi siete minutos de ‘Abre’ (la canción) declara intenciones de inmediato. Aquí Fito se muestra desatado en todo sentido ("Abre drogas, abre amar / Abre hacer e imaginar..."), pidiendo por un mundo más liberado (veinte años atrás ya nos desafiaba a tomar ese camino) entre teclados y sintetizadores, marcando una experiencia creciente y fascinante que se complementa de manera brillante con ‘Al lado del camino’, una pieza histórica y personal que se construye sobre un piano + guitarra y que cuenta con un relato frente al cual cualquier adjetivo se queda corto (“Tendré que hacer lo que es y no debido / Tendré que hacer el bien y hacer el daño / No olvides que el perdón es lo divino y errar a veces suele ser humano”). El disco queda muy arriba tras esta dupla inicial por lo que para bajar un poco la intensidad suena ‘Dos en la ciudad’, una bonita/sencilla canción pop que narra una historia de reencuentro con una ex pareja y da cuenta de ese Páez adulto antes mencionado (“Se nos pasó la noche entre el whiskey y la coca... pero aún sabíamos reír”)


Un segundo tramo del álbum da inicio con el rock de ‘Es solo una cuestión de actitud’, otra que desafía y vomita ira en la lírica (“Hay un pozo profundo en la esquina del sol / Si caes la vida te muele a palos...”) y la monumental ‘La casa desaparecida’, más de once minutos (si, el disco cuenta con temas muy extensos pero que increíblemente siempre están en su punto) que dan cuenta de una mirada histórica por parte de Fito a la Argentina de fin de siglo. Nuevamente tras un momento tan denso y potente el disco intentará bajar las revoluciones con la folclórica y delicada ‘Tu sonrisa inolvidable’ para nuevamente desatarse en la espectacular ‘Desierto’, una catarsis musical que con sus guitarras y ruido por montón interpreta a la perfección la rabia que Fito escupe en cada línea (“No soy turista de viaje / Soy pasajero intranquilo / No me provoques ahora / Tengo un cuchillo con filo...”)

Finalmente, tras el caos absoluto vendrá la calma. El viaje que Abre propone comenzará a cerrar con las melódicas ‘Torre de cristal’ + ‘Ahí voy’, ambas muy tranquilas y que serán acompañadas por la declaración de amor hacia Cuba que es ‘Havana’ (“La locura de los que se perdieron en el mar / Las vidas rotas por la sangre, aquí y allá...”), la dolorosa/desnuda balada ‘La despedida’ (“Sabe amargo el licor que de las cosas queridas / Tu me pierdes a mi, yo te doy por perdida”) y el cierre a cargo de ‘Buena estrella’, un evidente refrito de su clásico ‘Dar es dar’ (tiene prácticamente los mismos acordes) y que pretende contrastar las dosis de rabia que inundaron el álbum con buenas dosis de optimismo (“Necesito fundirme con tu espíritu divino / Y sentir que si, se puede ser feliz...”)

Se acaba Abre, un disco extenso de doce temas y setenta minutos de música que dieron paso a una nueva etapa para el cantautor argentino, una más adulta, reposada y, digámoslo, menos inspirada, de ahí la importancia de este álbum, áspero y que a día de hoy continúa apareciendo como un bicho raro a causa de los ambientes cargados de ira que constantemente visita. Una joya, digámoslo. 

8,5 / 10
¡Brillante!

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